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Título: Escribir, por ejemplo. (De los inventores de la tradición). Autor: C. Monsiváis. Cortázar dice de “ Rayuela” : “ A ...

"Escribir, por ejemplo." "Escribir, por ejemplo."

"Escribir, por ejemplo."

"Escribir, por ejemplo."


Título: Escribir, por ejemplo. (De los inventores de la tradición).
Autor: C. Monsiváis.

Cortázar dice de “Rayuela”: “A su manera este libro es muchos libros...” Lo que olvidó escribir es que no sólo aplica a su novela, sino a cualquier libro: a su  manera cada libro es muchos libros.
Así, Escribir, por ejemplo es muchos libros, pero sobre todo es dos libros: es un libro sobre libros y es, también y al mismo tiempo, un libro de un escritor que escribe sobre escritores. O dicho de otro modo: Este es un libro sobre libros escrito por un autor que escribe sobre escritores. Y no es mamada. Eso es.

Monsiváis escribe sobre diez grandes escritores de la literatura mejicana. Julio Torri, José Revueltas, Rosario Castellanos, Augusto Monterroso, Jaime Sabines, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Alfonso Reyes, López Velarde y Agustín Yañez. En ocho ensayos y dos crónicas comenta y analiza las obras de los autores mezclando datos biográficos desde una poco clara perspectiva de causa y efecto; a veces explica la obra desde la vida del autor, a ratos hace lo opuesto. Esto sin enfoque determinista alguno.


El libro es muy útil y bueno. Útil para todo aquél que cree que Alfonso Reyes es el nombre de una primaria y nada más; o al que cree que Rosario Castellanos es sólo una librería y nada más. También funciona para los que no tenemos ni idea de escritores tradicionales mejicanos y na´mas te manejamos al Juan Rulfo o al Carlos Fuentes;[1] para los que nada sabemos de poesía también sirve. Sirve para lo que sirve cualquier libro: pa’quitarle a uno un poco lo pendejo[2], para ampliar la cultura.[3] Y es bueno porque nada se puede echar en cara al autor —para empezar porque ya ha muerto—, capítulo tras capítulo demuestra el gran lector que es (fue) y el amplio conocimiento que tiene (tuvo) acerca de casi cualquier tema y la facilidad para expresarlo. No hay que olvidar que Monsiváis igual lo entrevistaban en un especial televisivo sobre la lucha libre o sobre el teatro de revista; igual escribía un libro sobre éste o aquel tema y era capaz de escribir un prólogo a cualquier obra. Todo un intelectual. Es cierto, no fue perfecto —¿quién lo es?— Nunca mordió la mano que le dio de comer, por ejemplo. Para ser sinceros a mí nunca me agradó; su modo de hablar, sus chistes, el que se parara en la Facultad de Filosofía namas pa ligarse muchachitos…etc. No me gusta como escribe, pero lo considero un buen escritor: al Monsi lo que es del Monsi. Murió a  cinco meses después de que muriera su tocayo Carlos Montemayor; luego de esas dos muertes comencé a percatarme que el pendejismo en el país aumentaba: si morían los genios, pos quedávanos los pendejos, ¿¡qué no!?; y luego, cuando creí que mi fatalismo me alejaba de la objetividad, casi dos años después, se muere Carlos Fuentes.  Y ahí no paró la cosa o ya éramos muchos y parió la abuela. Mi teoría del pendejismo in crescendo se consolidó: a poco menos de dos meses de la muerte de Fuentes, EPN —quien tiene derecho a no leerlo pero no a ser Presidente del país[4]— es reconocido, legalmente, como Presidente Electo de Méjico… ¿¡Tons qué!? ¿Cómo ven mi teoría de que este país es cada día más pendejo?



 …pero bueno. Ya me desvié de la recomendación del libro… y para seguir con el des-vio: una anécdota.
Una vez lo conocí. No tomamos café ni echamos francachela. El verbo conocer tiene otra connotación cuando se usa con famosos y significa: verenvivoyatodocolor. Así pues, conocí a Carlos Monsiváis como conocí a Bárbara Mori o Maribel Guardia.[5] Había cruzado la entrada de la biblioteca y caminando por el largo pasillo hacia los elevadores vi, a la distancia, un grupo de personas. Al acercarme traté de esquivarlas pero se disolvieron a dos pasos de mi llegada; todos llevaban un libro entre las manos. El mismo libro. No dejé de caminar y sin darme cuenta ahí estaba el Monchis, frente a mí, con un libro en la mano diciendo: “Ten.” Estuve a punto de tomarlo hasta que lo reconocí. Mis ojos vieron a Carlos Monsiváis con un libro en la mano y mi cerebrito dijo: te está regalando un libro de su autoría. Volvió a decir “ten” y yo le dije, no, gracias. Y él, es gratis, ténlo; yo le pregunté enchuecando la boca como de disgusto, ¿es tuyo?; Monsiváis respondió muy humilde que sí; y yo haciendo cara de ¡AH! le dije, entonces no, gracias; él replicó, muy tranquilo y alivianado, ¿en serio no lo quieres? Es gratis y además yo no lo escribí, sólo fui el compilador. Yo pregunté, ¿en serio? Y él sólo asintió con una sonrisa. Tomé el libro y le agradecí. Luego llegué al elevador y me dediqué a lo que había ido a la biblioteca. El libro era de poesía, creo.
Recuerdo que toda esa semana, muy feliz, conté a mi entonces víctimasentimental[6] mi encuentro con Monsiváis y cómo mi poco agrado por él había salido expectorado desde el fondo de mi alma a proyectarse en sus feos lentes y de cómo él había estado tan de ánimo para tomarlo tan bien.

En fin. Lo haya conocido o no, esté muerto o no, el tipo es muy bueno, y escribe libros muy buenos. Escribir, por ejemplo. Es uno de ellos.

@aleljndr
@MomentoSonoro


[1] Y eso mediocremente; o sea Pedro Páramo y La región más transparente.
[2] Cruzo los dedos.
[3] …dos veces.
[4] Según el propio Fuentes.
[5] Aunque con estas dos el verbo significó verenvivoyatodocalor.
[6] Léase novia.


3 comentarios:

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