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En 1988 le preguntaron a Deleuze, al respecto de su vida, sobre la relación qué hay entre bibliografía y biografía. [1] La pregunta, e...

Me atrevo ronco, incluso atónito. Me atrevo ronco, incluso atónito.

Me atrevo ronco, incluso atónito.

Me atrevo ronco, incluso atónito.



En 1988 le preguntaron a Deleuze, al respecto de su vida, sobre la relación qué hay entre bibliografía y biografía.[1] La pregunta, entiendo, camina hacia el lugar en donde los libros escritos y publicados por Deleuze se hallan o convergen con la vida personal de Deleuze. Vida y libros. En un solo lugar (o en varios lugares); ¿cómo se llevan, cómo viven; existe dicho lugar?
Deleuze responde evasivamente pretextando que las vidas de los profesores suelen ser poco interesantes; después divaga. Por mi parte, considero que el lugar existe; ese lugar donde libros y vida se relacionan. Todos los autores lo tienen. Y no sólo los autores, sino cualquiera cercano a los libros, ya sea que los escribas o sólo los leas.
Para lectores. ¿Qué relación hay entre los libros (que has leído) y tu vida? ¿existe un lugar donde se relacionan los libros y tu vida personal? Existe. En ese lugar los libros que leo se relacionan con mi vida; mi vida se relaciona con lo que leo. La relación, para pronto, es de determinación en ambos sentidos; lo que leo determina, parcialmente, mi vida y, al mismo tiempo, mi vida determina, parcialmente, lo que leo.[2]
Ahora recuerdo cómo llegué a leer aquél libro que tanto me gusta y cómo, en algún sentido, circunstancias ajenas a mí me llevaron a él; y al revés, cómo llegar a un libro por quiénsabequécausas, termina influyendo (poco o mucho) en niveles muy íntimos de existencia.[3]
Si esto es así, entonces el gusto literario, lo que me gusta leer, me gusta porque me gusta cómo me determina en mi vida personal; lo que buscamos que nos determine a nivel personal no siempre es lo mismo, cambia. (Ya sé que es un poco confuso, pero no es mi intención ser claro. Pretendo insinuar, no explicar. No por mamón, sino por incapaz). Así, decido qué leer y no siempre uno anda para leer o para leer algo en específico. Tal vez las novelas están bien para la vacación, una novela blandita tipo bestseller. O un compendio de relatos cortos para un fin de semana. Proust o Dostoyevski para cuando una pierna enyesada. A lo mejor, tras años de lecturas de ensayos, habría que tomar algo un poco más noble, algo de literatura. Hay quienes consideran innoble leer sobre situaciones y personas que nunca existieron y leen exclusivamente historia. ¿Les ha pasado que les gusta mucho un escritor, les encanta, pero sólo le soportan 2 o 3 libros? ¿O que un libro no les agradó pero vuelto a leer, en otro momento de su vida, les encanta? En gustos se rompen géneros, es cierto, pero en gustos literarios se rompe el Árbol de Porfirio.
El ejemplo que se me ocurre más claro de cómo lo que leo determina mi vida y cómo mi vida determina lo que leo es la carta, misiva o epístola. Es la carta la que nos lleva de manera más directa, a ese lugar donde la vida y las lecturas se determinan mutuamente. La existencia puede cambiar a partir de escribir una carta; la vida puede nunca ser la misma después de recibir una carta. Claro, hay muchas diferencias entre libros y cartas pero la que abarca todas es el nivel de humildad: la diferencia entre cartas y libros es la misma que hay entre humildad y soberbia; pues la carta se escribe con las entendederas fijas en que es importante sólo para una persona, a lo más un grupo reducido de personas, mientras que el libro se escribe para “todos”.
A este respecto, desde esta perspectiva, pretender ser escritor (de libros) sin escribir cartas, hablaría mucho de nuestro nivel de vanidad; pues ¿cómo logramos escribir algo que les importe a “todos” cuando somos incapaces de escribir algo que les interese a unos cuantos?: uanitas uanitatum.
Sé que esto sucede, no soy tan iluso; sé que es posible que haya escritores famosos que nunca escribieron cartas. Sé que para escribir libros publicables no es necesario dominar el arte de la epístola. No es necesario en la realidad, pero ¿a poco no suena como un buen ideal? ¿Qué carajos estoy diciendo? Digo que si yo dominara el mundo, no dejaría escribir libros a quién no supiera escribir cartas.
De esto se desprende algo interesante. Si el ejercicio de la epístola mejora al escritor, entonces la carencia de dicho ejercicio lo empeoraría. La relación sería así, a mayor cantidad de cartas escritas, mayor es la posibilidad de buenos escritores y a menor de cartas, disminuyen las posibilidades de mejores escritores. Y hoy que ya no se escriben cartas, ¿notamos una mejora en la calidad de nuestros escritores en comparación con siglos anteriores que sí se escribían?
Insinuación, les recuerdo.

Insinúo, pues, que hay una relación entre vida y lecturas y entre lecturas y vida.
Insinúo, también, que escribir cartas mejora las habilidades de un escritor.
Y, por último, la insinuación que está debajo de todas, me insinúo como remitente y destinatario a turnos alternados.

Y las insinuaciones continúan.
¿Cómo una carta en pleno siglo XXI? ¿Qué sentido tiene, en la época de las tabletas, escribir en papel? ¿Cómo para qué usar el Servicio Postal en tiempos del e-mail, del SMS?
Personalmente desconfío del Correo Postal. Vi demasiado de los expedientes secretos equis y conozco bien la vida y obra de Theodore Kaczynski como para confiar en un sobre sellado por la Oficina de Correos; sin embargo, si es necesario soy capaz de convertirme en usuario del Servicio Postal Mexicano. Pero no es la única opción:

Opciones para escribir/emitir/recibir/leer cartas:

  • Servicio Postal Mexicano. El modo clásico: sobre, remitente, destinatario, estampillas buzones, etc.
  •  Buzón. Elijes un lugar público, por ejemplo la biblioteca Vasconcelos, y en un sitio en específico al interior de la biblioteca, por ejemplo debajo del estante donde se halla ese libro que tanto les gusta a los dos, depositas el sobre; luego, ella pasa a recogerlo y ahí mismo te dejará la respuesta; luego, tú pasas a recogerla y etcétera.


…si lo atractivo de escribir y recibir cartas para ti es el sobre con sellos y estampillas, el cartero llenando el buzón, la espera y todo lo demás. Entonces habría que elegir la primera opción[4]. Si no te importa nada de lo anterior y si como yo eres paranoica, deberíamos elegir la segunda opción.

…ya después habrá tiempo para los pseudónimos, nombres clave, ejercicios literarios, criptográficos o estenográficos, habrá que elegir los temas y acordar las reglas o acordar que no habrá reglas y demás cuestiones que se resolverán y o se irán dando después de pactar el modo de entrega-recepción de los sobres.

Un Gran Poeta mejicano publicó hace casi 60 años unas líneas que de no ser por la extensión, debí poner de epígrafe: 



DESDE LA TRISTEZA que se desploma, 

desde mi dolor que me cansa, 
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto, 
desde mis cobijas de hombre solo, 
desde este papel, tiendo la mano.



Ya no puedo ser solamente 
el que dice adiós, el que vive 
de separaciones tan desnudas 
que ya ni siquiera la esperanza 
dejan de un regreso; el que en un libro 
desviste y aprende y enseña 
la misma pobreza, hoja por hoja.



Estoy escribiendo para que todos 
puedan conocer mi domicilio,
por si alguno quiere contestarme.



Escribo mi carta para decirles 
que esto es lo que pasa: estamos enfermos 
del tiempo, del aire mismo, 
de la pesadumbre que respiramos, 
de la soledad que se nos impone.



Yo sólo pretendo hablar con alguien, 
decir y escuchar. No es gran cosa. 
Con gentes distintas en apariencia 
camino, trabajo todos los días; 
y no me saludo con nadie: temo.



Entiendo que no debe ser, que acaso 
hay quien, sin saberlo, me necesita. 
Yo lo necesito también. Ahora 
lo digo en voz alta, simplemente.



Escribí al principio: tiendo la mano. 
Espero que alguno lo comprenda.
                                                           

                                                                                                                        Hasta el primer sobre.
@aleljndr


[1] CONVERSACIONES, Deleuze, Gilles. PRE-TEXTOS, España, 2006. La entrevista fue realizada por Raymond Bellour y François Ewald.
[2] Esta relación de determinación parcial no sucede exclusivamente en el lugar donde lecturas y vida se encuentran, sucede, también, en otros lugares…
[3] Este libro en específico, que leí hace años, ha estado determinándome incluso sin volver a leerlo. Justo ahora, tener el gusto en común por ese libro podría acercarme a una persona como si ese gusto fuera un buzón; un buzón sin cartas, por el momento…
[4] Tendrías que hacerme saber tu nombre y tu dirección completos.

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