Habría
sido raro. No existía otra explicación.
Las
palabras que traspasan estas esencias me dilatan. Y yo me elevo, floto, por
encima de los coches. Corro. Y me impaciento por la alarma del despertador.
No puede
ser otra cosa.
¿Qué es
éste arrepentimiento? ¿Un presagio o un mal augurio?
Detesto
el hambre de ½ noche. Huyo a la cortina de mi mundo, donde mando yo. Pero ni
allí domino. Todo se desbarata, se desteje; y la realidad no termina de
mostrarse. La extraño sin conocerla. Me hubiera gustado tenerla.
Alguien
que la consiga.
Me
declaro adicto a ti. Te anhelo igual que un hambriento durante el desmayo
alucina con la cena. Maridados guarnición, carne y vino. ¿Dónde has estado?
Desespero
por tu ausencia. Presumo perseguirte siempre al grado del acoso, quizá por eso
no me concedes pieza, cita, turno ni agenda. Desespero por hacerme contigo,
como ese día en el lago boscoso, tan sorprendidos por creernos especies urbanas;
tan cerca del agua, tan felices ambos ¿lo recuerdas? Comimos poco, pues nos
teníamos a nosotros, pasamos a enci(mis)marnos; sí, nos dimos cima, en medio de
todo; vigilamos nuestra intimidad, con riesgo a perderla. Una mirada a cada
lado, antes de cruzar; nunca confíes en el semáforo. La policía del tránsito de
nuestros amores son tus padres, presentes como omnívoros omnisápiens; ombudsman corrupto.
Siempre me has sido ajena, pero esa vez sin extrañeza fuiste a mí, torpe
ternura, me guiñaste y abusando de confianza recetaste psicoanálisis: dos
sesiones por semana. Yo no lo creí y apunto estuve de romper el encanto, un
suspiro profundo, agonizante y dilatado me volvió la sintonía. Siempre me
desequilibras, me conoces, me manipulas. No puedo dejar de preguntar y de
clamar. Dudo de ti y de tus manos, de sus tareas y manicuras; sabes cómo
desestabilizarme; pero esa vez sin éxito.
He llegado
a sospechar que tu masoquismo me determina. Las pruebas son los planes que
siempre, a sabiendas o no, saboteaste, terrorista sentimental; te encanta verme
insatisfecho, con la barba clavada en el esófago, suspirando en vez de exhalar,
ocultándome a mí mismo, avergonzado, como si fuera responsable de lo que ha.
Careces
del poder del no. Ejerces hasta la violencia tu derecho humano a ser pendeja.
En el proceso salpicas, neófita carnicera, a todo presente; y lo único que
niegas, a nivel doctorado, es tu responsabilidad en nada, determinismo
libertario. Y de tu política mejor ni hablamos; si ni a tu ética me aventuro,
¿pues qué esperabas si le falta una oreja a tu griego? Trabajas germánicamente
en el matadero y eres, declarada, vegetariana. Así, sólo así, no hay
contradicción entre lo que me dices y lo que me haces, ingrata indolente.
¿Ya no
recuerdas lo obscuro que es Cervantes a siglos de muerto? Hasta la salida a la
droguería en plena noche habrás olvidado; el lunes después del Festival, tan
tranquilamente melancólico, tan solo e irreconocible. ¿Olvidaste ya esa vez? Te
recuerdo: nos juntamos, pulverizados, hartos y emocionados. Nos despedimos de
todos y la noche llegó. Habíamos pasado el fin de semana juntos, lejos de todo
lo que nos determina, geografías yermas, vacaciones sentimentales, con pretexto
cultural incluido, cubriendo al alcohólico fundamento real. Y así fue, no
sentimos beber en el desierto con amigos avecindados en la vagancia, comidas a
deshoras, abuso de aplausos, filas hasta para respirar: gente en todos lados.
Pero nada permanece; al cabo se fue vaciando, se fueron las mayorías, nos
despedimos de los transitorios y pasamos a intentar convivir con los
residentes.
Paseamos
por las ahora abandonadas calles y reconocimos en ellas otra ciudad diferente a
la abarrotada por los cuerpos. Elegimos un lugar agradable y poco caro, cenamos
apropiadamente y en lugar de desearnos buenas noches nos despedimos. Nos vemos
luego, y luego extrañamos la luz y al final el cansancio satisfecho de la
tibieza, la abolición de los verbos; el puro ser.
@aleljndr
@MomentoSonoro
@MomentoSonoro
0 comentarios:
No le saque y opine.