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En el futuro habrá una exposición de pinturas de un artista muy talentoso. La revista para la que trabajaré me enviará a cubrir e...

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En el futuro habrá una exposición de pinturas de un artista muy talentoso. La revista para la que trabajaré me enviará a cubrir el evento, pero lo principal será la entrevista con el autor, los requisitos rarísimos. Todos accedimos, la mayoría quejumbrosamente, algunos emocionados, pero valía la pena: se trataba de una de las exclusivas más cotizadas, pues el artista nunca había dado entrevista antes: nunca en décadas de carrera; se decía que no le gustaban. La mayoría pensó que se trataba de excentricidad, al principio, lo normal con los creadores; luego se pensó en la hipótesis publicitaria: no daba entrevista para después vender la exclusiva a altísimo precio. Para cuando rechazó ofertas millonarias de varios consorcios informativos en repetidas ocasiones, la idea de tomar en serio su renuencia a las entrevistas pareció más que sólida, seria y original; fue hasta ese punto que se le empezó a respetar la decisión. Claro, también hubo quien pensaba que, simplemente, el tipo estaba demente. En los medios de comunicación siempre somos así: conspiradores más que teóricos; en todo caso, fanáticos de la Teoría de la Conspiración. El artista ayudaba en eso, pues ni siquiera explicaba el porqué no se dejaba entrevistar. Y ese vacío era llenado. Los comunicadores tememos al vacío igual que todos los occidentales. Se necesita cierto nivel de iluminación no para comprenderlo, sino para experimentarlo, esto es, para vaciarse. Lo normal, el horror vacui.
Un par de cientos de reporteros estábamos interesados en la entrevista. Debimos acreditarnos ante las oficinas del artista para presentar una especie de examen. Tuvimos que llenar un formulario en línea; luego se nos avisó que no todos estaban “invitados” a participar en el proceso de selección; al final aplicamos 51 personas; la prueba era sobre conocimientos generales y la parte más amplia tratábase de arte. En la última sección debíamos escribir un ensayo con tema libre. Eso duró unas 4 horas y luego una espera de dos semanas para conocer los resultados, los cuales, según nos dijeron serían irreversibles y con carácter de definitivos; significaba que no había espacio para imputación. Los primeros días del proceso fueron difíciles. Ese filtro fue noticia, volvieron las preguntas sobre las razones del artista: que ¿qué buscaba con generar tanta expectativa? Que ¿quién lo podría tomar en serio?; incluso la atención —y la tensión— se centró sobre los aspirantes, se nos buscaba para entrevistarnos: “¿está nervioso? ¿cree que será seleccionado? ¿considera que el artista tiene derecho a sobajar a los medios de comunicación de ésta manera? ¿qué preguntas le hará en caso de ser seleccionado?”; hasta había momios en Las Vegas, el que más probabilidades tenía era una eminencia gringa y le seguían un trío de europeos, yo estaba en el lugar 49, mis probabilidades de ganar esa entrevista incluían números exponenciales;  se creó tal expectativa al nivel de llamarla La Entrevista del Siglo. Una noche mi víctima sentimental —algunos le llamarían pareja— me descubrió preparando en computadora la entrevista y me dijo muy diplomáticamente que tal vez debería esperar los resultados y no adelantar vísperas; después me alejó del aparato con mimos zalameros, me pidió algo de tomar; antes de servir un par de mezcales con hielo, regresó con poca ropa para… bueno, para qué detallar; ella me conoce y sabe cómo satisfacerme. Al día siguiente, entre el despertar y el desayuno, cuando tuve espacio para recuperarme supe a qué se debía tanta complacencia: ella no creía que yo pudiera ser seleccionado para realizar la entrevista. Yo también la conozco.
El día del anuncio los resultados decepcionaron a todos: sólo dos seleccionados, una chica del Ministerio de Cultura danés y yo; al par de horas que se hicieran públicos ningún medio estaba interesado ya en la entrevista; la reacción no fue de desaprobación, ni siquiera se molestaron en generar publicidad negativa hacia el artista, simplemente hicieron mutis y pasaron al tema de la semana.  Supongo que les decepcionó que tan pocos medios tuvieran derecho a la entrevistadelsiglo y, consecuentemente, decidieron sabotearla. Llevaban días de inversión en un producto que al final sólo dos podrían vender.
Por mi parte la noticia me llevó al arrebato. Me di cuenta que yo debía ser el más sorprendido hasta que inmediatamente me vi dominado por un ataque a carcajadas, imaginar su rostro me lo provocó: yo, en realidad, sería el segundo más sorprendido, pues la primera sería, sin duda, ella, la que no confió en mí y buscó consolarme con sexo; después de unos minutos, secándome las lágrimas, me dispuse a festejar. Me la pasé en celebración tres días con sus noches y terminé de trabajar la entrevista durante la resaca, también de otros tres días, cuando me autoproclamé listo para el artista.

La Entrevista se llevaría acabo en la Inauguración de Logopatía, en su primera fecha de una gran gira mundial. Sólo había dos personas invitadas, la danesa y yo; los demás, incluidos el mismísimo director del Palacio de Artes y los secretarios de Educación y Cultura, debieron hacer fila con el resto del público en general; de hecho el rector de una de las universidades privadas de la ciudad no alcanzó a entrar. El gran artista siempre tuvo problemas con la autoridad; seguramente por eso nunca aceptó un solo premio de todos los que le otorgaron;  eran famosas las anécdotas sobre el tema. Las más contadas trataban sobre su expulsión de la Academia Nacional de Artes debido a sus comportamientos y por haber humillado al secretario general cuando había estudiado allí; la del desaire que le hizo a la familia real y la de su reacción al ser invitado a Roma por el Estado Vaticano. Cuando al secretario del artista se le preguntó por qué no había autoridades con invitación, contestó que como en las democracias no hay ciudadanos VIP, creían justo que todos hicieran fila. La astucia en la política luce como perversidad; el exceso de astucia, como abuso.
Ya en el corte de listón, el artista, sorpresivamente, anunciaría su retiro por vía de un breve discurso en medio del asombro generalizado:
“Bienvenidos todos. Agradezco que sus orgullos no sean traba para apreciar el arte que no es mío, sino suyo y que yo sólo soy como el mensajero al mensaje: un conducto. Ese medio pudo ser cualquiera de nosotros, discúlpenme que haya sido yo; sé que no soy su mejor opción, pero soy lo que tienen: resignación y desapego, mis contemporáneos.
Tomo la palabra y agradezco que la escuchen: háganla suya. Y la tomo para avisarles que Logopatía es mi epitafio: mi vida artística termina aquí y quise ser yo mismo quien escribiera mi testamento, eso es Logopatía.
Mi mensaje es éste: salven al arte. Se lo debemos. Él siempre está ahí para nosotros y le hemos abandonado. La mendicidad teórica. La esclerosis mental. La dificultad del buen gusto. La exigencia pedantera de las Academias. La impertinencia  y la soberbia de los críticos. La hipertrofia del ego “artístico”. La pereza ante el intelecto y ante el libre albedrío. La peligrosa confusión entre valor y precio; la facilidad y la pesudolibertad de comprar lo que queramos —lo podamos pagar o no— nos han alejado del arte y, por tanto, de nosotros mismos; en tanto el arte es un hacer humano. Así que, sálvenlo y se estarán salvando a sí mismos.
Gracias y hasta nunca.”

En seguida del breve discurso hubo la ceremonia de inauguración, nos dejaron pasear por Logopatía entre una atmósfera afectada en demasía por la reciente noticia; mientras observaba las obras el secretario personal del artista me arribó preguntándome si quería que mi entrevista fuera antes o después de la del Ministerio de Cultura de Dinamarca. Le dije que me tenía sin cuidado. Se retiró diciendo que me preparara y que volvería por mí. Seguí dando vueltas entre pinturas, no me sentía nervioso, pero sí emocionado; si era verdad que el gran artista se retiraba, la entrevista conmigo adquiría un peso histórico al que ya de por sí tenía. No pude evitar echar ojo a mis apuntes y replantear el orden de las preguntas a raíz de los nuevos acontecimientos: simple trabajo de reportero. Cuando en esto me hallaba,  volvieron por mí, me dijeron que el artista estaba esperándome. Sígame, dijo; cruzamos toda la galería hasta un elevador; entrados en él, me dieron una advertencia, nadie, ni el Ministerio de Cultura ni yo, podíamos hacer ninguna pregunta acerca del retiro del artista, pues no sería respondida ni por él ni por ningún allegado. Me resigné.
Al llegar al piso correcto, el gran artista se hallaba sentado junto a una botella de whisky. Me aproximé a él saludándolo respetuosamente y comencé a hacerle preguntas.

Transcripción de la entrevista.

E.: ¿Qué nos puede decir de su exposición?
A.: Que no es mía y que no es exposición. Esto es  lo que ustedes llaman una intervención.
E.: Disculpe, pero usted pintó cuadros y las personas los miran en una galería.
A.: “Logopatía” es parte de algo más grande.
E.: Bien. Háblenos de Logopatía. El tema central de todos sus cuadros son los logotipos de…
A.: Sí. Los símbolos de marcas comerciales más importantes, esto es, más poderosas del mundo. Ahí está la de artículos deportivos. Aquí la de ropas caras, allá la de autos y ésta es de una cadena de restaurantes junto a la de supermercados.
E.: Dejando de lado su estilo, que es genial, y siendo uno de los mejores pintores de nuestra generación, creo que lo más notorio es el tema, ¿por qué los logotipos?
A.: Soy un artista en general. Particularmente soy un pintor consumado. Lo más notorio para usted es el morbo, por eso deja mi técnica de lado y se centra en la forma, y está en lo correcto, pero por accidente, no por mérito propio: en el arte, igual que en la política y el amor, lo importante es la forma. Para los grandes artistas, al igual que los grandes políticos y amantes, la forma es el fondo. Así que, mi mensaje en Logopatía es que el logotipo no es sólo la forma, sino que es la forma Y el fondo; y este mensaje únicamente lo podía dar el arte; pues es  él, el que lo puede casi todo y es el que vive y muere por los logotipos que son la parte más poderosa, esto es simbólica, de la Publicidad. Así, es la publicidad el nuevo curador del arte todo. Capacidad y motivación: lo único que se necesita en el arte. ¿Por qué los libros y las pinturas están últimamente tan relegados; tan alejados de otras expresiones artísticas? Pues porqué en ellos todavía no cabe la publicidad, cosa que sí cabe en el cine, la fotografía y, por su puesto, la música; que de todas las artes es la más usada en publicidad. Cuando los anunciantes descubran, pues lo harán, cómo anunciarse en los libros, éstos cambiaran para siempre como cambian todas las cosas que toca la publicidad. ¿Por qué no lo han hecho? Porque no lo necesitan; el día que las personas se dediquen a leer más que a lo audiovisual, ese día o al día siguiente los logotipos tomarán los libros como espacio publicitario; o, lo que es peor, no lo han hecho porque no quieren que leamos, pues en múltiples aspectos de nuestras vidas, los publicistas nos dictan qué debemos hacer: gustar, seguir, ver y leer.
E.: ¿Por qué la música? ¿Qué tiene de relación con la publicidad?
A.: La música fue la primera expresión artística en ser víctima de la publicidad, con ella practicaron lo que terminaron  consumando primero en la fotografía y luego en el cine. Que, y lo digo de paso, el cine no es más que una forma de la fotografía; por lo menos en sus inicios. Claro que usaron la música para llegar a las otras expresiones artísticas. La unión de la música y el cine; o la perversión del cine por la música; por ejemplo, es el videoclip, producto esencial para el director de cine digno de serlo; pues es ahí donde del director en ciernes existe su escaparate para mostrar y mostrarse. Si se le cree bueno, se le da a hacer una película, es un salto natural, más no obligatorio: hay directores especialistas en videoclips… Es curioso, ahora que lo pienso, Horn, Downes y Woolley nos lo advirtieron con Video Killed the Radio Star, la letra es muy clara por su simpleza ya explícita en el título, pero el video es devastador, cuasi postapocalíptico: visualmente nos muestra las últimas consecuencias de lo que anticipa la letra. Al inicio  del video se asocia a un niño torpe y anticuado con la radio, y al adulto futuristizado, como la versión tecnoevolucionada del infante, con la t.v.; para, casi al final, suplantar las figuras: el niño como símbolo del futuro y la esperanza en el porvenir, fatalmente atado al amanecer de la tele. La aurora de lo visual. Sí, mire la historia, una vez más como la única sobria en una bacanal: pobre, una vez iniciada la resaca, cuesta trabajo escucharla: No es gratuito que el primer videoclip transmitido en la historia fuera éste. El videoclip es el aviso público de la consumación de un proceso: el traslado de la música del radio a la tv; no es que la música se independizara del radio, sino que fue esclavizada por otro medio, el audiovisual, ya sea el cine o la tele; y el videoclip funciona para ambos casos: se trató de la ampliación oficial de la música a la tele y de la música al cine. Pobre historia, tal vez por eso nadie la quiere. Creo que fue Wilde el que escribió que si piensas decirle la verdad a las personas, debes hacerlos reír, de otro modo te matarían. No se si fue Wilde, pero bien parece que pudo ser Platón aprendiendo dicha conclusión del fatal destino de su maestro. Imagínese,  el videoclip del que le hablo es de 1981 y no fue sino hasta 1997 que apareció Homo Videns: Televisione e Post-Pensiero. Como siempre, tarde; demasiado. La filosofía: siempre a la popa de la nave cuando esos ojos los necesitamos en la proa, junto al arte.
Claro, las cosas no salen de debajo de las piedras, el antecedente del videoclip es el jingle, pero no el del radio, que fue el original, sino el jingle de la tele, el anuncio televisivo con música y cantado. Yo apostaría a que la entrada de los publicistas hacia la literatura, hacia los libros, para ampliar sus dominios, la harán con el slogan como puente.
E.: No es gratuito que usted nos hable de estas artes: el cine, la fotografía; usted ha dirigido películas y su vida artística comenzó por la cámara fotográfica heredada de su abuelo durante su adolescencia.
A.: Fue muy duro para mí. Mi abuelo murió cuando yo era muy joven. Aún lo extraño. De él aprendí a no hablar de lo que no sé y si le digo que el cine y la fotografía, al igual que todas las artes, viven y mueren por la publicidad, se lo digo porque lo sé, y no es así porque lo digo, lo digo porque es así; lo he sentido con los ojos: lo he visto, y lo he sentido con el ser: lo he vivido. Mis películas sólo fueron posibles gracias a que han ido de acuerdo con los fundamentos de la publicidad. De otra manera ni hubieran existido, y si hubieran existido no habrían sido, esto es, nadie las habría visto.
De esto trata la intervención de la que “Logopatía” es sólo una parte.
E.: ¿Cómo describiría la relación que tiene con su obra?
A.: Eso depende de qué entienda por relación. Si una relación sólo se da entre dos elementos, entonces no tengo relación alguna con mi obra. Si uno mismo se puede relacionar consigo mismo, entonces sí tengo relación. La idea de sujeto creador y objeto creado, en el arte, no es real; dicha división es al nivel de las ideas, y sólo ahí está bien. Es más, pensar que una cosa es lo ideal y otra lo real es ya, desde mi perspectiva, una falla de vista. Estoy convencido que esa dicotomía no sucede en el arte. No trabajo bajo ese principio. Pienso que artista y creación no son cosas diferentes, aunque tampoco son la misma; pues el artista le da alma y espíritu, ambos suyos, a eso que está creando; y la creación, a su vez, re-crea al artista. Aquí el espejo es excelente metáfora. La obra es el reflejo del artista. Cuando un pintor ve su pintura o un director su película, se está mirando a sí mismo del mismo modo que cualquiera de nosotros nos asomamos al espejo del cuarto de baño. El re-flejo nos re-crea.
Y, dicho de una vez, eso de crear: un estudioso del arte, el siglo pasado, escribió que crear, nada más crea Dios, los demás hacemos mezclillas. Pues Dios, esa idea de ideas, sí crea sacando algos de la nada; los demás hacemos amasijos y mixturas de eso que ya es. Piénsese en la barra pidiéndole un trago nuevo al bartender o al barman; dependiendo de en qué país anglo se halle; si tiene suerte él le inventará un trago, pero los elementos que usará ya existían, sólo que nadie los había mezclado de ese modo y en esas cantidades antes nunca. A eso le llamamos lo nuevo. En realidad, de aquí se sigue, que lo nuevo no existe, existe lo novedoso. Y quiero terminar diciéndole que eso es un artista; alguien que acepta el trabajo de hacer siempre algo nuevo a la vez que sabe que no puede hacer nunca nada nuevo. Cuando una persona así existe, lo que crea, es nuevo siempre. Sé que no tiene sentido, pero así es. Soy hombre de arte, no de ciencia, les dejo las explicaciones a éstos últimos.
E.: Mencionó Ud. a Dios, ¿qué piensa sobre Él?
A.:… yo soy el que bebe y es Ud. el que pone sobre la mesa un tema de borracheras… Creo fue Siddharta Gautama de Sakia, al que apodaron el despierto, quien a pregunta expresa de uno de sus seguidores sobre si existía dios o no, dio la respuesta que me parece la más centrada que pueda haber sobre el tema; y la respuesta fue: no diré que sí, no diré que no. Eso fue hace 2.500 años, ¿se imagina cuánta sangre hubiera dejado de derramarse si todos, desde entonces, respondiéramos así?

Aquí terminará la breve entrevista que, a final de cuentas no será nunca publicada, ni por mi revista ni por ninguna otra.
Durante la gira de Logopatía por los E. U. el gran artista sería detenido por delitos contra la propiedad intelectual y derechos del autor©. El éxito de su exposición habría sido tal, que las marcas dueñas de los logotipos, tema central de Logopatía, querrían, primero, patrocinar la exposición, pero cuando el autor se negó, buscaron, después, tener una parte de las ganancias que, según las leyes, ellos se merecían. El gran artista no aceptó darles dinero y continuó con las exposiciones, incluso comenzó a vender cuadros en ingentes cantidades de dólares y euros hasta colmar la paciencia de las grandes trasnacionales que por medio de sus esbirros (bufetes de abogados) encarcelarán al talentoso pintor que vivirá una condena por violación de leyes de autoría y propiedad intelectual.  Desde la cárcel no recibirá visitas ni entrevistas, se dedicará a promover talleres principalmente de pintura y fotografía entre los internos. De vez en vez se le verá fotografiado asistiendo puntualmente a su juicio y luego se le olvidará, tal vez hasta que salga de la cárcel. Pero en esas fotos sonríe y yo sé porqué: Todo: Logopatía, su éxito, las demandas, el juicio y la cárcel serán su Gran Obra, esa intervención de la que me habló en la entrevista y que demostraba que la publicidad es el ama y señora del arte. Lo habré comprendido entonces y lo aplaudiré; lastima que, en ese momento, el arte estará ausente de espíritu.










@alekjndr

@MomentoSonoro

1 comentario:

  1. Chingón!!! Me gusto arto y al respecto del arte y la mercadotecnia me encontré con esta nota sobre Gabriel Orozco... http://www.eluniversal.com.mx/articulo/cultura/artes-visuales/2017/02/7/orozco-vende-arte-en-un-oxxo

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