El Centro Histórico de la Ciudad de México es un interesante
lugar para salir a caminar un domingo por la madrugada, sus matices son
contrastantes, por un lado el wey que se siguió la peda y todavía anda buscando
alcohol en el oxxo, por otro lado la gente que va caminando apresurada para
iniciar la jornada laboral.
La fiesta estuvo increíble, había gente a madres, no
entiendo como cupimos en ese pequeño departamento, me sentí de pronto en una
película de Iñarritu, entre zombis, punks, darkis y putas. Para mí suficiente
desmadre, este relajo fue “to much” para una sateluca fresa y apretada como yo.
El olor de las calles me parece peculiar, como una mezcla de
almizcle con roble viejo y una pizca de sal, el despertar de las aves anuncia
la llegada de un nuevo día y entre una y otra fachada en restauración me sentí
de pronto como una turista en mi propia ciudad. No tenía idea de dónde estaba,
a lo lejos vi la torre Latino por lo que supuse que el zócalo estaba al fundo
de la calle. Me detuve un segundo a ver como los periódicos eran empaquetados y
acomodados para distribuirse muy temprano, la noticia no descansa y no contuve
el impulso ilógico de comprar El Universal.
Efectivamente llegué al zócalo como esperaba, muy a tiempo
para ver los primeros rayos de sol iluminar la explanada, cerré los ojos y me
impregné del aroma de la mañana. Todo muy bien hasta que el sonido de mis
tripas comiéndose una a la otra me recordaron el ayuno y la media botella de
vodka que había ingerido en las horas previas. Me encaminé de lo más fresa al
Restaurante Catedral, ahí hay un hostal para turistas, los desayunos son
baratos y sustanciosos.
Jugo de naranja, chilaquiles verdes y café con leche, justo
lo que necesitaba para recargar pilas, no me gusta comer sola así que las
letras del periódico me harían compañía, además adoro representar el cliché del
desayuno.
-Hola ¿Puedo sentarme?
Dejé a un lado las tiras cómicas para ver a quién me
hablaba. ¡Wow! Unos hermosos ojos verdes me miraban, tenía una amable sonrisa,
barba crecida de un par de días, hombros anchos enfundados en una playera de
Misfits, pantalones de mezclilla deslavados y tenis converse, la verdad todo un
bombón. Me apené un poco por cómo lo desnudé con la mirada y asentí con la
cabeza mientras esbozaba una tímida sonrisa.
-¿Te molesta si fumo?- Dijo el “ojitos” con un tono coqueto.
Fruncí el ceño y dije un tanto fastidiada: La verdad, no me
gusta el olor del cigarro en la mañana.
Él me miró de reojo y guardó su cajetilla en la mochila.
-¿Eres de aquí?- Era evidente que quería iniciar una conversación y aunque sus
ojazos me tenían hipnotizada, yo me seguía parando mi nalga.
-¡No hablo con extraños!- Vomité esas palabras de la manera
más estúpida y mamona que alguien podría hacerlo, aún no me explico por qué
cometí semejante atropello. Ojitos no contestó a mi grosería, se sonrió de
medio lado y llevó su humeante taza de café a los labios., después de un
momento pagó su cuenta y se fue. De reojo lo vi alejarse, sentí vergüenza y a
la vez alivio, miré el reloj y decidí que era hora de regresar a casa, al pagar
la cuenta me llevé una sorpresa… la cuenta ya había sido pagada. Fue hasta
entonces que me di cuenta que encima de mi bolso había una nota: “No tenemos
que hablar si no quieres. Cuarto 301”.
Me sonrojé de inmediato con sólo imaginarme entre sus
brazos, yo no soy del tipo de chica que se acuesta con cualquiera, pero había
algo en ese hombre que me atraía como al abeja la miel. No sé en qué momento
pasó pero ya estaba en el ascensor pulsando el número 3, caminé envuelta en una
nube borrosa que me hacía actuar por mero impulso, era como si no pudiera
controlar mis actos. Se abrió el ascensor y frente a mi estaba la habitación,
al salir del elevador un vértigo me estremeció desde la boca del estómago.
Caminé de un lado al otro del pasillo y por fin al “Chíngue su madre” toqué la puerta.
Casi al instante abrió ya sin playera, dejando al
descubierto su bien formado pecho y abdomen, no dijo ni media palabra y tomó mi
cintura acercándome a su cálido cuerpo, besándome el cuello y luego la boca. Sus
labios eran suaves con el aroma mentolado del aseo matinal, su lengua sigilosa
fue avanzando hasta dejarme sin aliento, deseosa de más., mi tanguita después
del primer beso ya estaba mojada.
Entre uno y otro beso me fue desnudando, primero la blusa,
luego las botas y por último los jeans, uno que otro gemido se me escapaba y de
a poco cerré los ojos para dejarme llevar por sus caricias. Recorrió cada
centímetro como un explorador cauteloso, besó y succionó mis pezones con la
delicadeza precisa, al tiempo que me penetraba con el dedo estimulando rítmicamente
mi vagina. Su lengua recorrió mi abdomen dejando a su paso una sensación húmeda
y excitante, al llegar a mi clítoris se volvió salvaje y obstinado, mis uñas se
clavaron en su espalda deseando que no parara y entre gritos y gemidos exploté
de placer, pero no fue suficiente… mi cuerpo quería más.
Abrí los ojos y los clavé directo en los suyos, me sometí
ante él como una esclava, su miembro abultado en el pantalón me pedía a gritos
que lo liberara. Desabotoné y bajé el cierre sin apartar la mirada de la suya,
me excitaba cada vez más al ver su pene firme frente a mí, las ganas de
chupárselo fueron incontenibles. Lo acaricié suavemente con mis labios y la
punta de mi lengua recorrió su glande con mucha cautela, cuando lo sentí más
hinchado y jugoso abrí mi boca dejándolo entrar hasta el fondo una y otra vez,
casi me asfixio, pero en ese momento no cabía en mi más que deseo de escucharlo
gemir. Cuando estaba a punto de terminar me detuve deseosa de ser penetrada, lo
besé como poseída y muy suavemente le susurré al oído: Métemela.
Con sus manos tomó mis piernas llevándolas a sus hombros, de
un golpe me embistió haciéndome gritar una y otra vez, era salvaje, indomable,
me dominó con fuerza y vigor, al mismo tiempo me adueñé de él, de cuando en
cuando apretaba mi vagina para hacerlo estremecer, orgasmo tras orgasmo me
retorcí entre sus brazos y por fin sentí “eso” que una siente cuando sabes que
él está a punto de terminar., apreté el culo con mucha fuerza como si intentara
succionarlo al tiempo que acariciaba suavemente su espalda. Disfruté cuando
convulsionaba entre mis piernas y una satisfacción plena me dejó como idiota,
flotando en una nube. Nos besamos mientras nuestros cuerpos seguían
entrelazados, como uno mismo, y me perdí en su mirada hasta quedarme
plácidamente dormida.
Al despertar, se había ido. Dejó en el buró una nota: ”Un
placer encontrarte y por favor ¡No hables con desconocidos!” Su número y cuenta
twitter estaban al calce. Ese día nunca lo olvidaré y a veces cuando el día ha
sido pesado y necesito relajarme, me acaricio a solas fantaseando con el Ojitos.
Luzy Avestruzy
@LuzyAvestruzy
@MomentoSonoro
No puedo decir mas que... Ooooh Siiiii!!! Excelenteeee!!!!
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