Eran
finales de los 90’as y me preguntaba como seria la vida en el siguiente siglo,
no al concluir las festividades de fin de año, ni si la ciencia y tecnología
nos harían volar, más bien la pregunta que me daba vueltas en la cabeza se
refría a lo social y lo moral, ¿existirían los matrimonios gay? ¿Terminaría la
monogamia? ¿Viviríamos en una sociedad libre sexualmente y exenta de
procreación?
Sonó
la campana que anunciaba el cambio de clases, el salón se fue vaciando poco a
poco y cada uno de los alumnos dejaban su examen boca abajo como les indiqué al
principio, bastaron tres minutos para que solo quedara ella “Zoe”. Sentada en
una esquina del salón donde flotaba el conocimiento, salida del pupitre
presumiendo sus medias gruesas y blancas arriba de las rodillas cubriendo tres
cuartas partes de sus piernas. Debido a la rebeldía de fin de siglo la mini que
llevaba entablillada, dejaba descubierto un extremo de su piel entre sus mulos
y las nalgas.
Por
fin se levantó y desvergonzadamente guardó sus útiles antes de entregar el
examen, se puso de pie y giró dándole la espalda a su profesor —yo. Se colgó su
mochila mientras con la otra mano bajaba su falda para tapar su braga llena de
lunares pastel y con encaje en las orillas; caminó cual modelo en pasarela para
entregar su examen en mi mano, puesto que ya estaba en la puerta para irme a la
sala de maestros a refrescarme y beber una taza de café para tranquilizarme por
la escena que acababa de observar.
No
pude terminar mi cafeína y el camino a casa me resultó muy tenso, esa imagen daba
vueltas en mi cabeza y sabía que no iba a pasar a menos de que tomara una
ducha. Encendí el Jacuzzi mientras
llenaba mi pipa, preparaba mi bata y mis pantuflas para después de la aspersión
relajarme en una cálida fogata a un costado de la chimenea; a mi edad creo que
es muy normal hacerlo.
Ya
desnudo entré al agua caliente pero tolerable para mi cuerpo, mientras las
sales hacían su función o era la hierba en mi pipa que decidí adelantar en la
ducha, veía como Zoe se cubría sus bragas —seguía con la imagen en la cabeza— no
porque me gustara esa alumna o quisiera llevarla a mi cama; ¡Eso jamás! No
quería aceptarlo pero era ese recuerdo de mi juventud de mi edad escolar, como
estudiante, si ella estaba ahí como un sueño borroso que se va aclarando en
cuanto transcurren las horas de la noche.
Conocí
a Cora en la educación básica alrededor de los 7 años, no vivíamos lejos de la
escuela, eso sí vivíamos a extremos opuestos de la misma, pero eso no evitaba
que pasáramos las tardes juntos, hasta nos duchábamos cuando nos enlodábamos en
nuestras aventuras juagando a ser Tom Sawyer. Toda nuestra infancia fue similar
hasta que nos descubrió mi tía bañándonos juntos –como amigos- pero en ese
último baño notamos diferentes nuestros cuerpos, nuestros pubis tenían
salientes de vellos, parecía que ella se había metido dos toronjas bajo la piel
de su pecho y mi miembro no coincidía con mi pequeño cuerpo. ¡Era enorme! Un
día jugando llegamos a la orilla de la cascada entre una maleza sumamente densa
y Cora saco de entre sus enormes toronjas una cinta métrica, lo cual no
pensamos y enseguida ya estábamos desnudos, como si leyéramos nuestras mentes o
estuviéramos conectados.
El
resultado marcó nuestras vidas, el mío fue de 9 pulgadas era algo monstruoso y
el de ella 37.8 - 22.6 - 36.3 respectivamente. No pude dormir esa noche pues ya
no podía ver a Cora de la misma manera, no soportaría todo un fin de semana
para verla en la escuela nuevamente y explicarle lo que estaba pensando, pero
estaba seguro que ella estaría en la misma situación que yo.
Fui
a buscarla en la mañana y salimos a pasear. No era como ahora que podíamos ir a
una cafetería sin que escucháramos murmullos de nuestra situación. Después de
una larga charla nos dimos cuenta que nuestra amistad se había vuelto más
grande y había pasado un límite, “el amor”, y ese compromiso que genera estar
dentro de ese “valor”, pero por primera vez me encontraba realmente feliz,
regresábamos por la vereda cogidos de la mano, aunque era medio día y el sol
nos tostaba a cada instante la piel, fue el momento adecuado para regresar a su
casa y entrar a su habitación ya que por motivos de horno, la gente se mantenía
dentro de sus casas y nadie nos vio hacerlo.
Sus
padres no estaban y no sabía a donde habían ido, su habitación estaba lista,
como si ella supiera que el momento, o que ese momento llegaría y sería ese sábado
a medio día. Aceite en su buró y un cigarrillo armado con mariguana al lado,
una alfombra larga y angosta que me enseñaba el camino de la puerta al lecho de
amor, o al que sería en unos instantes más. Cruzamos la puerta y aseguró el
lugar, cerró sus gruesas cortinas y transformaron el medio día tan caliente en
una noche para dos; para Cora y para mi; encendió el ventilador que voló todos
los pétalos que engañaban con ser una colcha sobre la cama, encendió un par de
velas que estaban en su cómoda y que tenía un espejo bastante grande que no
dejaba perder ni un solo detalle de lo que se vivía en esa habitación
modificada en tan poco tiempo.
Cora
ambientó el lugar con música de época, suave con trompetas y piano, rodeó mi
cuello con sus brazos y no pude hacer gran cosa más que abrazar su cintura
brusca y torpemente, bailamos unos segundos y me arrojo a la cama y los pétalos
volaron como mariposas que caían fulminadas y marchitas. Cual leona destrozando
a su presa terminó con mis ropas, ella se despojó de sus prendas exteriores
quedando en lencería medias gruesas, blancas arriba de las rodillas cubriendo
tres cuartas partes de sus piernas, liguero y ligas. Al caer a la cama me
percaté que en el techo sobre la cama había un espejo, nunca supe porque estaba
ahí y no se lo pregunté, su braga era blanca llena de lunares pastel y con
encaje en las orillas.
No
supe si prefería verla en ropa interior o ya sin ella mientras la copulación se
culminaba con éxito, me avergonzaba dando esos meneos ya que al voltear al
techo a la luna a la puerta tenía la perspectiva de todos los ángulos de ambos.
Pasamos alrededor de 6 horas en su habitación, copulábamos, me masajeaba
volvíamos a copular le daba masaje, seguíamos copulando hasta terminar con un
francés mutuo. Tuve que escapar por la ventana y ahí ocurrió mi primera
fractura de brazo, pasé en el hospital alrededor de 3 días y 2 en casa y al
primer instante que pude salir fui a buscar a Cora sin éxito, la casa cerrada,
me asomé a la ventana y no existían muebles era como si un hechizo los hubiera
desaparecido. Llegué corriendo a casa y sumamente agitado le pregunte a mi tía
que había ocurrido con ellos y me dijo que se habían ido a la ciudad.
No
supe si soportaría esa decepción así que decidí partir de ahí y dedicarme a la
pedagogía, con la esperanza de volver a
encontrarme con Cora. Salí de la ducha y no tuve otra opción más que coger un
pañuelo desechable y limpiar mis recuerdos mientras reposaba en el reclinable a
lado de la chimenea, para un fin de semana tan largo solo debía comenzando
calificando ese examen sorpresa que apliqué. El primer nombre que vi en ese paquete
por calificar era el de Zoe, ¿coincidencia? ¿Deseos oscuros? No lo sé pero
ahora cada que viera a Zoe pensaría y recordaría a Cora...
Depravator
François de Al Da Hama
@Kamish_Samir
@MomentoSonoro
esta coqueto mijo ☺
ResponderEliminarGracias mija tu siempre tan fan.
EliminarBuenísimo, cuándo la siguiente historia, será semanal?
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