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Soy una mexicana como cualquiera: cojo, cago, me baño y me saco los mocos cuando nadie me ve. Me he interesado en temas relacionados ...

¿Qué tan inmoral soy? ¿Qué tan inmoral soy?

¿Qué tan inmoral soy?

¿Qué tan inmoral soy?


Soy una mexicana como cualquiera: cojo, cago, me baño y me saco los mocos cuando nadie me ve. Me he interesado en temas relacionados con la sexualidad, trabajé algunos años en una sex shop y soy de las que practica pole dance por deporte y negocio, más no en un putero. Es muy fácil juzgar un libro por su portada, y como ustedes, tengo una de esas familias conservadoras en las que todos nos conocemos los trapos sucios pero nadie los saca al tendedero. No falta aquel familiar que se siente con derecho de juzgar tus actos, haciéndose de la vista gorda con sus propios defectos. Este espacio lo ocuparé para desahogar mi frustración contra cierta persona que me tacha de inmoral, falta de principios, ética y valores por dedicar mi vida a la orientación sexual y la enseñanza del pole dance como deporte; y a quien no le miento la madre nomás por respeto a su madre que es mi abuela.

La palabra "moral" (del latín mores, ‘costumbre’) es entendida como la adquisición del modo de ser, logrado por la apropiación o por niveles de apropiación de actos en una sociedad, donde se encuentran los sentimientos, las costumbres y el carácter. Esto traducido quiere decir que la moral es aquello que se encuentra dentro de las costumbres de una sociedad. Ojo, que esta definición no específica si esas costumbres son ‘buenas’ o ‘malas’ y esto es porque cada sociedad tiene estándares distintos de lo que consideran bueno y malo.

Sin entrar en temas escabrosos como la religión, pues ya sabemos que los mexicanos somos católicos por imposición (sin afán de ahondar en profundas investigaciones sociológicas), es por demás claro que esa religión no la sentimos en las entrañas; en el fondo, seguimos siendo adoradores de dioses paganos y sacrificamos vírgenes metafóricas para calmar la ira de nuestros dioses. Como cuasi católicos, respetamos reglas (mandamientos) estándares y valores pre establecidos como parte de una institución organizada para regular los actos de las sociedades, pero… ¿Qué tan cierto es que vivimos bajo dichos preceptos? ¿Qué tan realista es la aplicación de estas reglas a la vida cotidiana?

La realidad es que nuestra condición humana está condenada a pecar… como Adán y Eva con el fruto prohibido, no podemos evitar sentir odio, lujuria, gula, avaricia, pereza, envidia, soberbia. Seríamos máquinas sin no sintiéramos alguno de estos ‘pecados capitales’. Es ahí donde entra la doble moral del mexicano, en la que nuestra sociedad está cimentada desde hace siglos. Encontramos esa doble moral en instituciones tan grandes como el Estado, la Iglesia, la Familia y en el individuo mismo y por supuesto en la sexualidad. Exigimos a otros que cumplan reglas que nosotros mismos no estamos dispuestos a cumplir, cargamos con culpas innecesarias por expresar nuestra humanidad y solapamos nuestros vicios por debajo del agua. No quiero decir que no sigamos las reglas básicas de convivencia ya que aparte de las cuestiones morales existen leyes que deben ser respetadas. Más bien los convoco a dejar de ver la paja en el ojo ajeno, a asumirnos como seres humanos con defectos y virtudes cual Lupita D’alesio.

Es por demás claro que mi ética y moral es congruente con esto mismo que expreso, que antes que nada está la lealtad a uno mismo y que en virtud de que tu forma de ver la vida sea distinta a la mía, solo date la vuelta y sigue tu camino, que yo haré lo mismo.

Dicho esto, pasaré al tema sexoso que me atañe… Existen muchos peligros ocultos en la doble moral que la sociedad manifiesta respecto a ciertos temas sexuales. La homofobia, el fetichismo, el fetichismo del fetichismo, la pedofilia. Es alarmante darnos cuenta que muchos de los traumas de nuestro presente devienen de problemas sexuales desde la infancia… seguramente algún doble moralino dirá que de niño jamás pensaba en sexo, sin embargo espiaba a las niñas en el baño de la escuela. Hay peores casos, como lo son los abusos sexuales, o ese primer acercamiento a la sexualidad a través de exploración o autoexploración de nuestro cuerpo y que fue juzgado de cochino por nuestros padres.

Evaluemos cómo han influido los otros y su moral perversa en nuestra forma de erotizar  el mundo, separemos aquello que está bien o mal para los otros y pensemos en nosotros mismos; pues a final del día, ‘los otros’ no estarán ahí en la intimidad de nuestra alcoba, cargando con culpas y remordimientos, dejando de lado el placer… por temor al qué dirán.
La sexualidad es un tema personal y es responsabilidad de cada individuo asumir su propio deseo. No existen actos perversos… es perverso juzgar a los otros por sus actos.

Sor Pécora sin Calzones

@LuzyAvestruzy

@MomentoSonoro



                                                                                                     

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