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“ Feliz día ” escuché y leí el Día del Maestro. Hay un trozo de plástico con datos que he usado para identificarme como profesor, descuent...

15 de mayo 15 de mayo

15 de mayo

15 de mayo

Feliz día” escuché y leí el Día del Maestro.

Hay un trozo de plástico con datos que he usado para identificarme como profesor, descuentos en museos, teatros, ópera; es cierto, pero todos somos maestros.

El hombre es un árbol lleno de nubes y estrellas en la cabeza y raíces y tierra y gusanos en los pies.”[1]

Bueno, pues en una raíz está el enseñar a otros. ¿Quién nunca ha enseñado nada a nadie? Apenas podemos, transmitimos el conocimiento, sea poco, mucho, útil o no, lo pasamos. Lo enseño porque tengo esa capacidad a alguien que aprende porque tiene esa capacidad. Es una forma de relacionarnos. Alguien, quien sea, ignora algo que yo sé, se lo enseño. Es nuestra primera reacción, quizá sea involuntaria.

Es imposible apropiarse del conocimiento pues no es un objeto y por eso no se rige bajo esa lógica. Si doy mi libro, lo pierdo, dejo de poseerlo; si comparto conocimiento, no sólo no lo pierdo, sino que corro el riesgo de “obtener” más[2]. Al compartirlo, lo mantengo e incluso lo pulo, lo amplio y hasta se puede multiplicar, pues no es una cosa[3], es una actitud, una forma de ser y de hacer y de estar. Por eso puedo aprender hasta del peor profesor, si así lo deseo; del peor escritor, del peor programa de tv, de la peor película, incluso un perfumista, un químico o un médico, pueden aprender de un coprolito. Por eso los monjes budistas aprenden[4] al sentarse en loto frente a un muro con los ojos semicerrados, pues, incluso de uno mismo se puede aprender, de nuestro profe interior. Y, quizá sea el único que existe; cuando aprendemos de uno exterior, ¿es el interior cediendo su lugar?

Feliz día” escuché y leí, “Feliz día”, respondí a todos el deseo.






 


a.



[1] En: Una mujer en la tierra, de Dios en la Tierra, J. Revueltas.

[2] «Quien recibe una idea de mí, recibe instrucción sin disminuir la mía; igual que quien enciende su vela con la mía, recibe luz sin que yo quede a oscuras. [...] Las invenciones no pueden, por naturaleza, ser objeto de propiedad» T. Jefferson en Carta a Isaac McPherson, 13 de agosto de 1813.

[3]  Paradoja: al dividirlo, se multiplica. ¿Será indestructible?

[4] Hasta para desaprender hay que aprender a desaprender.


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