Recuerdo
que en cierta ocasión hice acopio del suficiente valor para invitarla al teatro. Llegué a su
casa con un ramo de violetas, la primera y única vez que he llevado flores a
una mujer. Cuando salimos del teatro, las violetas se le cayeron de la blusa, y
en mi confusión las pisé. Y le pedí que las dejara allí, pero insistió en
recogerlas. Estaba pensando en lo torpe que yo era: hasta mucho después no
recordé la sonrisa que me dirigió, cuando se agachó a recoger las violetas.
henry
miller
libros
& alcohol
Fue sábado o viernes. Yo ese día quería no
querer, buscaba dónde estar y estaba buscando. Aburrido, cansado y sin
imaginación. Lo único a lo que pude llegar fue llamar a mi hermano para verlo, para
platicar y beber.
Ya había leído durante gran parte de ese día
y quise hacer otra cosa. No es que me guste leer, lo que sucede es que no me
gusta este mundo. Leer me ayuda a escapar de este estercóreo muladar que, a
veces, no soporto. Es casi como beber, pero parece que lo supera en algún
aspecto; porque, al beber, el mundo se hace soportable pero cuesta: al final la
pagas con la resaca y necesitas seguir bebiendo para soportar. Por otro lado,
leer no tiene resaca, por lo menos no como la del alcohol; mientras lees —ya
sea teatro, ensayo (filosófico o científico), novela o nivola— estás en otra parte, cuando acabas de leer el efecto
termina, efecto que puedes evocar por medio de la memoria o el pensamiento (si
es que son dos cosas distintas): no es necesario leer para estar en otra parte.
Esto no pasa con la bebida. Bebes y soportas, pero cuando dejas de beber dejas
de soportar y por más que te recuerdes bebiendo, no te ayuda a resistir:
recordar que bebes no te lleva a otra parte. De hecho, si quieres empeorar tu
resaca piénsate bebiendo.
¡Demonios! No se me malentienda, no es que
prefiera leer a beber. Lo que pasa es que para leer es necesario, creo yo,
estar solo. Sólo solo se lee. Por ello no se puede leer en una fiesta o durante
una borrachera, inclusive en algunas bibliotecas no se puede leer. Y ¿beber?,
beber se puede de cualquier modo, solo o acompañado, se puede beber leyendo y
se puede leer sobre bebidas, inclusive en algunas bibliotecas se puede beber.
Ahora que lo pienso, leer es como una droga,
pero es mejor que la cocaína o la marihuana, por ejemplo; no porque leer sea
menos perjudicial para la salud, sino por el simple hecho de que no existen
grupos de ayuda ni métodos de autoayuda para dejar de leer. Existen alcohólicos
y drogadictos redimidos, pero no existen lectores redimidos. Lectores anónimos.
En fin, yo buscaba alcohol, no lectura, ya
había leído solo, por lo que buscaba beber acompañado. Y cuando se bebe
acompañado no se lee en voz baja, se lee en voz alta; algunos a esto le llaman
plática.
borrachos
pa’llevar
Cuando llegué con mi hermano ya había bebido
mucho, pero platicado poco. Así que hablamos de todo y de nada, de mí y de los
demás, de él y de nadie. Mientras que oíamos música y nos oíamos entre nosotros
llamó Maya.
—Dice que viene para acá, que quiere vernos y
unas chelas.
Dijo mi hermano.
—Esa Maya no se cae con alcohol, eh.
—Sí, ¿ve’a? La Maya va pa’briaga
profesional.
—Síp. La vez que nos acompañó a la tocada del
Rock XCo. se cayó, pero de sueño, no de alcohol.
—¿Cuál tocada?
En ese momento el
timbre interrumpió la pregunta. Abrí la puerta y aparecieron tres amigos con
algunas cervezas y un par de litros de tinto; lo que me permitió probar, por
primera vez, eso que han dado a bien nombrar calimocho. Es una bebida de cerveza, vino tinto y un poco de coca,
que así como suena pega.
Entre calimochos y
cigarros apareció Maya y le entró al brebaje. Platicando un rato con algunas
rolitas de fondo, mi hermano nos invita a una fiesta. Él tiene que ir, pues ha
comprado un regalo para Yas y se lo quiere llevar.
—Na’más voy, le doy
el regalo y vuelvo. Ida y vuelta, no tardo.
Yo al principio no tenía muchas ganas, pero de ida-y-vuelta me apunté. Todos nos apuntamos.
Yo al principio no tenía muchas ganas, pero de ida-y-vuelta me apunté. Todos nos apuntamos.
Jazmín(es),
Violeta(s) y pensamientos.
Jazmín y Violeta o Yas y Viole o Viola.
Jazmín y Violeta son hermanas; aunque también
son flores, pero las flores no son hermanas. El jazmín es una flor de un
arbusto; hay cuatro especies de jazmines, cinco, si contamos a Jazmín entre
estos jazmines.
Violeta, por otro lado, pertenece al grupo de
las violáceas, a este grupo pertenecen los
pensamientos, lo que llama mi atención es que las violetas poseen flores
comúnmente solitarias; violeta igualmente
es un color, y es un color interesante, porque es el ultimo de los siete del
espectro visible de la luz solar; violeta se sitúa a un paso de la radiación
ultravioleta, esa que ya no percibe el ojo humano. Quizá Violeta vea en
ultravioleta puesto que está a un pasito. Ahora que, si Violeta se escribiera
con b, tendría el prefijo bios, ya
sabes, como biología…eso sería un detalle realmente sugestivo.
Violeta y Jazmín o Viola o Viole y Yas. Hermanas
extrañas, raras; por lo menos a mis ojos, ya que no respetan el paradigma de la
hermandad, el paradigma que está presente en toda hermandad (sanguínea o no),
el de Caín y Abel: ellas se llevan bien; quizá se llevan bien por que no son de
la misma familia. Llevarse tan bien entre hermanas es sospechoso… o por lo
menos parece que se llevan bien. De
cualquier modo parecer que se llevan
bien se me hace igual de sospechoso.
Quizá no las conozca lo suficiente, es verdad
que las he visto pocas ocasiones, y en todas ellas nos hemos emborrachado
juntos. Ahora que lo pienso creo que no las conozco sobrias. No digo que sean
un par de alcohólicas (tampoco digo que no sean un par de alcohólicas), sólo
que siempre que las he visto nos emborrachamos. Y esta vez no pinta para ser la
excepción. Y no lo fue.
alcohol
y rock’n’roll
De entre nosotros mi hermano es el que anda más
borracho. Pero al llegar a la fiesta ya no se le nota tanto, puesto que todos
andaban hasta atrás. Incluidas Yas y Viole, por supuesto. Yo ya estaba
calimocho, pero estable; sin embargo, chelas y ginebra se encargaron de empatarme
con el resto de la fiesta. Maya, como es usual en ella, andaba bien, a pesar de
estar tomando lo mismo que yo. Es un hígado joven: así me lo explico.
Comenzamos sentándonos a beber y beber, como
es mi costumbre. Viole y Yas bailaban con sus amigos y amigas, todos borrachos.
Yo miraba que Viole no bailaba tan mal, una chica pequeña, delgada, de
movimientos graciosos y violáceos (por supuesto). Es obvio que eché un ojo a su
trasero: pequeño o sea, a su tamaño, cadera coherente
con el resto de su cuerpo. Dejé de verla y me consagré a otra cosa; pero, entre
que me dedicaba a mi cerveza y fumaba un poco, algo, que después supe que era alguien caía sobre mí. Por mera reacción
levante mi pierna evitando que ese alguien,
víctima de la gravedad, cayera al suelo; era Viole en caída libre. Mi pierna
evitó, en poco, el golpe.
— ¿Las violetas acostumbran caer? —le
pregunté.
—Gracias. Me salvaste.
Me dijo Viole.
—Lo siento, no fue mi intención, reaccioné.
Eso es todo.
La ayudé a levantarse y siguió bailando como
si cualquier cosa.
Como andaba Maya por ahí, en esta ocasión, no
me reservé exclusivamente al alcohol. Sin dejar de beber bailamos, bebimos y
bailamos. Bailamos solos, entre nosotros y con otros. La intención era
divertirse, y cuando Maya y yo bailamos divertimos y nos divertimos.
El punto es que con tanto zangoloteo de
mecanismo pu’s se me bajo la briaga, ‘tons, sin estar sobrio había vuelto a
mis-cinco y aún seguía con el bailongo. En una de esas perdí a mi pareja
estrella: Maya. Ella quedó bailando con alguien más y yo solo. Viole me vio, seguía
borracha y quizá le di lástima. Je, je. Quizá debió pensar “Ya baila muy mal
como para que baile solito” y ella no baila nada mal. Así que se acercó a
practicar “la expresión vertical del deseo horizontal”…aunque creo que esas
palabras definen al tango, no a lo que bailábamos… en fin. No recuerdo que
sonaba; lo que quiero decir es que, de repente, sin darme cuenta, ella me
embadurnaba el culo en la pelvis y yo, entre el intento de tomarla de la
cintura y que ella se movía al ritmo de la música, pu’s, de vez en vez, lo que
le tomaba era el atractivo de retaguardia. La primera vez no me di cuenta (lo
juro): mi mano sobre su nalga y yo creía que era su cintura. Lo que me hizo
advertir mi falta de ubicación anatómica fue, lejos de un examen visual, palpar
la zona. Entonces pensé, a la vez que tentaba generosamente dicha parte: “…esa
Viole no tiene panza, ‘tons ¿qué chingados es esto?”, bajé la mirada y vi su
gracioso glúteo toqueteado por mi tosca mano.
Soy un patán. Es la verdad. Lo primero que
pasa por mi entre-orejas es que esa nalga —por lo menos esa, la otra aún no la
palpaba— se siente más grande de lo que se ve. ¿Te imaginas si tuviera un
glúteo más grande que otro?
…en fin, así la andaba trasteando y, o
parecía no importarle o estaba realmente borracha, lo que era un hecho es que
ella sólo se me adhería más. Yo, por supuesto, no me quejé. Me gustó su masaje
cuerpo a cuerpo al ritmo de la música.
El alcohol desinhibe, es cierto. Estoy seguro
que ella, sobria, no hubiera permitido el mencionado contacto y yo, sobrio… ¡yo
ni siquiera bailo sobrio!
no
bailo, ni “bailo”
Ahora, es cierto que he dicho que yo bailaba
esa noche. Pero “bailar” es un poco atrevido. Yo no bailo ni “bailo”, de hecho
soy una piedra, y ni siquiera rolo como una. Si se me pregunta, el bailar
carece de interés para mí; además no me gusta ni me desagrada. Es por eso, creo
yo, que puedo pasar la noche sentado en un rincón mientras el mundo gira o
puedo pararme a intentar girar a su ritmo. Me da igual. De todas formas alguienes se moverán y alguienes estarán en reposo. Parece ser
física básica. Aunque creo que ahora la física no cree en el reposo, “todo está
en movimiento”; sin embargo hay cosas que no se mueven, como si estuvieran en
reposo. De estas cosas se dice que tienen velocidad
cero. De este modo, cuerpos en velocidad
cero y otros en velocidad-no-cero;
todos moviéndose, o por lo menos intentándolo, al ritmo de la música.
Normalmente (casi siempre) me quedo sentado;
eso hace pensar que no me gusta bailar o que no sé bailar, lo que es cierto es
que soy un huevón. Pero cuando me levanto y pongo a “bailar” me gusta hacerlo
con Maya. Mayapach tampoco baila (ni “baila”) parece ser que genéticamente
estamos negados para esa práctica; sin embargo, moverse con gracia sí se nos
da. Entonces cuando ella y yo nos ponemos a intentar bailar como los otros, sólo
conseguimos hacer algo que te arranca una sonrisa cuando lo ves.
Bailar es, en gran parte, una serie de
acciones predispuestas que, una vez aprehendidas, se van mecanizando poco a
poco. Lo que Maya y yo hacemos no tiene nada de mecánico, es un puro acto
lírico, es como un monólogo improvisado en el teatro o como un palomazo entre
bandas: nada hay de ensayo, nada de pre-visión. Es por esto que, para que nos
juntemos y hagamos como que bailamos, necesitamos estar de buenas, estar
creativos e inspirados. Somos “la ocurrencia en movimientos físicos” y, como
los realizamos entre quienes bailan con fondo musical, es por eso que algunos
creen que Maya y yo bailamos. Pero no, lo que ella y yo hacemos es más
primitivo que el baile, es expresar la música, la que sea, por medio de
movimientos corporales y actitudes físicas.
Es cierto, igual hay que decirlo: no siempre
lo conseguimos.
Por esto, básicamente por esto, Maya es mi
pareja estrella, y creo que yo soy la suya.
intempestivo,
inoportuno
También es cierto que Viole y yo dejamos de “bailar”
y no recuerdo aún, bien a bien, como pasamos a platicar a la cocina; creo que
yo buscaba la ginebra, pues ya no había chelas. Platicamos nada en específico
sino cualquier cosa. Lo que hasta hoy recuerdo y me hace sonreír, es que, así,
sin más, de un momento a otro, a media plática, Viole dio ese pasito que le
hacía falta y se transformó en ultraViole, creo que comenzó a ver algo que mis
ojos humanos no percibieron, pues se acercó un poco más de lo normal hacia mí y
dijo:
—Cállate y bésame.
Eso me sacó un poco de situación. Así que
pensé decirle:
—¿Besarte? Pero si estamos platicando.
A veces, con frecuencia, pienso idioteces.
Pero no le dije nada. Me acerqué a ella y nos
besamos. El paso más difícil ya se había dado.
Soy lento para actuar, por eso, cuando pienso
idioteces no siempre las digo.
Y allí estábamos, besándonos; pero yo sólo
atinaba a decirle lo misógino que soy, lo patán, lo felón y mujeriego. Mientras
ella se besaba con alguien en una fiesta en la que había bebido; yo tenía la
cabeza en otra parte: veía el mismo hecho más serio de lo que era para
ultraViole. Traté de justificarme como si ella, beso a beso, me arrastrara al
altar o a alguna pendejada de ese tamaño.
Este fue el motivo por el que no terminé de
sintonizarme con ella, ni en la cocina, ni cuando apagué la luz, sino hasta
después de un rato que fuimos al armario de su cuarto a que el toqueteo fuera
más cómodo.
—Hablas mucho.
Me dijo allí.
En pocas palabras hice el idiota. Ella me
puso mis pantalones en la rodilla y yo no le agarré más que la nalga, y eso
cuando el baile.
No pude seguir, pues pensaba en que estaba
borracha y eso era su motor; entonces se apenaría del faje cuando sobria. Por
esto la detuve, regresé mis pantalones a su lugar preguntándome en qué momento
se las arregló con el cierre de la bragueta y el cinturón. Luego la tomé de sus
muñecas y le dije:
—¡Aguanta! Estás borracha, mañana no te vas a
acordar de la mitad de lo que pase hoy y te arrepentirás de todo lo que
recuerdes.
Ella me miro —o eso supongo, porque la luz en el armario no era suficiente para ver nada— y dijo arrastrando las consonantes.
Ella me miro —o eso supongo, porque la luz en el armario no era suficiente para ver nada— y dijo arrastrando las consonantes.
—No estoy borracha.
Se estrechó a mí y seguimos.
Pronunciado ese enunciado surtió efecto en mí
como invocación mágica.
Esa situación sí que era mi situación: sintonizado al fin y con los pantalones en su sitio,
tenía todas para arreglármelas y pasar un buen rato. Estaba listo para
escanearle su cuerpecito, para leerla en braille de pies a cabeza y averiguar
qué diantre dice.
Ya no me importaba explicarle nada más,
¿justificarme? ¡menos! Decía no estar borracha —lo cual evidentemente era
mentira— pero dejó de importarme su posible cruda moral. Estábamos en un lugar
oscuro, cálido, cómodo y solitario. De este modo, justo cuando ponía manos a la
obra, alguien gritó.
—¡Me voy en cinco minutos! ¿Te quedas?
Era mi hermano, buscándome. Aunque creo que
nunca me buscó, creo que sabía exactamente en dónde estaba.
“¿Sabrá también con quién estoy?” Me
pregunté.
Ida-y-vuelta, ¿recuerdas? Yo ya lo había
olvidado. Lo olvidé.
—No, ya voy.
—No, ya voy.
Le respondí desde el armario. Viole ni se
inmutó, convertida en ultraViole continuó el agarre como si nadie hubiera
gritado nada; a ella el grito no la interrumpió. En breve, mi hermano volvió a
gritar.
—Me voy, y Yas se va conmigo.
Justo cuando la última vocal de la frase
terminó de sonar, Viole salió tan rápido del armario que no me di cuenta.
—Quizá esa velocidad explica lo del cierre y el cinturón.
Dije, solo en la oscuridad del armario.
—Quizá esa velocidad explica lo del cierre y el cinturón.
Dije, solo en la oscuridad del armario.
Después me enteré que mi hermano supo siempre
con quién estaba yo, y quería hacer salir a Viole a cualquier precio, así que
por eso amenazó con llevarse a Yas. Le funcionó. Él conoce más a las hermanas.
advertencia
Me manejé lento. Lo sé.
Quizá si, en vez de darle explicaciones que
no me pedía hubiera puesto manos a la obra…
Lo que pasa es que, y aún ahora, que recuerdo
esa noche e intento escribir sobre ella, no renuncio a la necesidad de dejar en claro lo cabrón que soy, inclusive a quién
sólo quiere un faje o un faje-borracho. Inclusive a quién nunca vas a volver a
ver, inclusive a quién, al día siguiente, no recordará un pito de nada (y de
nada un pito… je, je). Me parece un acto de mínima sinceridad diplomática que
permite evitar confusiones y ser claro desde el principio.
Sí, soy cabrón, culero, misógino y ojete, y
creo que debo hacerlo saber a toda aquella que bese (y/o quiera besar) mi gran
bocota para evitar complicaciones, futuras y/o presentes. Y la mejor manera que
se me ocurre para hacerlo saber es mostrarlo en una anécdota en vez de
definirlo.
Creo que vo’a empezar con “Una vez…”
Sí, así voy a comenzar.
Una vez, escribiéndome con una ex-novia, sacó
el tema sobre porque habíamos terminado, yo, en pocas palabras le dije que no
sabía comportarme en pareja y menos vivir con una. Soy muy descuidado como
para que alguien dependa de mí; y este descuido, cuando la dependencia es
sentimental, se entiende no como descuido, sino como cabronada. Una cosa llevó
a otra y entre todo me preguntó, por escrito, cuál era la mujer perfecta para
mí. Creo que yo andaba distraído, muy de buenas y un poco escurriéndome miel,
porque casi inmediatamente, le di una descripción medio mamona de mi mujer
perfecta en una chingadera que escribí y que pa’colmo, le puse de encabezado
(de título, pues) Se busca musa; ni
siquiera me pasó por la cabeza ignorar su petición y mucho menos pensar que lo
hacia pa’chingar.
Se
busca musa era una
cosa cursi (¡cursísima!) en donde describí (solicitando), en formato de anuncio
personal de periódico, a la chava que pretendo, pero lo hice de una manera
mitad fanfarrón, mitad enmielada, de miel, porque eso le escurría: miel,
supuraba mielda. Fíjate: para empezar,
me pidió describir a mi mujer perfecta, y yo, de mamón, describí a mi musa [Lo
cual, dicho sea de paso, hasta la fecha creo que describe a mi mujer perfecta
¿Quién sabe? ¿Qué tal que el conseguir una musa te garantiza la conversión en
artista?]. Luego, lo cagado, y de dónde mi ex-novia se agarró para pedorrearse
de mí, es que yo escribí de mi musa muy… ¿cómo decirlo? muy metafísicamente; hablé, pues, de una
musa, de una mujer, como sin tetas, ni culo, ni jeta. Esto es: describí a una
no-mujer. ‘Tons, mi linda ex-novia, conociéndome lo cabrón que soy, me escribió
de vuelta esto que aquí transcribo[1]:
“ja,ja,ja
y más ja...
no argumentaré nada, sólo contaré una historia...
era pues un sujeto que tenía tres novias, un buen día se siente cansado y decide casarse.
Le comenta a su madre su decisión y le pide consejo para escoger entre las tres afortunadas.
Ella le dice que le de a cada una una moneda de oro, que vea qué sucede y que después él elija.
Así lo hace y espera un mes.
Al mes llega con la primera y le pregunta qué hizo con la moneda, ésta le dice que se la gastó en cosméticos, para lucir bien bonita para él y que todo el pueblo lo envidie por tener a la chica más chula.
Va con la segunda y le pregunta, ésta sin embargo le dice que guardó la moneda para el momento en que él pudiera necesitarla y le regresa su moneda.
Va con la tercera, y le hace la misma pregunta, esta le dice que tomó su moneda, la invirtió en un negocio muy rentable, por lo que ahora tiene dos monedas más, las cuales se las dio.
Así que el muchacho se queda pensando en cuál de las tres jóvenes le conviene más, y después de una larga velada de profundos pensamientos decide casarse con la de pechos mas grandes.”
no argumentaré nada, sólo contaré una historia...
era pues un sujeto que tenía tres novias, un buen día se siente cansado y decide casarse.
Le comenta a su madre su decisión y le pide consejo para escoger entre las tres afortunadas.
Ella le dice que le de a cada una una moneda de oro, que vea qué sucede y que después él elija.
Así lo hace y espera un mes.
Al mes llega con la primera y le pregunta qué hizo con la moneda, ésta le dice que se la gastó en cosméticos, para lucir bien bonita para él y que todo el pueblo lo envidie por tener a la chica más chula.
Va con la segunda y le pregunta, ésta sin embargo le dice que guardó la moneda para el momento en que él pudiera necesitarla y le regresa su moneda.
Va con la tercera, y le hace la misma pregunta, esta le dice que tomó su moneda, la invirtió en un negocio muy rentable, por lo que ahora tiene dos monedas más, las cuales se las dio.
Así que el muchacho se queda pensando en cuál de las tres jóvenes le conviene más, y después de una larga velada de profundos pensamientos decide casarse con la de pechos mas grandes.”
Soy un pendejo, porque después de leer esto
como tres veces entendí que intentaba molestarme, pero desde que me preguntó
sobre mi mujer perfecta.
Mi ex-novia, creyendo que me había fastidiado
de lo lindo, quería saber qué pesaba de su historia. Yo, para su sorpresa y la
mía, no me molesté en ningún momento; de hecho me cayó de extraño que ella, que
me conoce lo ojete que soy, aún ella, se quedaba corta, pues su relato o
historia describía a un tipo, pero de una manera “romántica”, alejada de la
cruda realidad. Explico porque.
Le hice ver que su relato, en lo único que se
parecía a un escenario real es en que el tipo tenía tres novias[2], pero, en todo lo
demás estaba equivocado; porque, en primera, ningún tipo se casa por sentirse
cansado. ¿Cansado de qué? ¿¡De tener tres novias!? ¿Y qué? ¿¡Va a descansar
casándose!? Y nadie en sus cinco, le pediría consejo a su madre sobre con quién
casarse y ninguna madre aconsejaría dar efectivo, y mucho menos oro, a las
pretendientas de su vástago. En segunda, ningún hombre elegiría a una chica por
tener los “pechos más grandes”, lo correcto es que, si se diera el caso, la
elegiría por “chichona”, exactamente por “más chichona” En tercera, si llegara
a darse el caso, no la elegiría pa’casarse, no en esta dimensión; la elegiría
para copular, eso sí. Es más, quizá la elegiría para formar un bufete jurídico
o fundar una escuela filosófica pero nuca para casarse. Y por último, y lo más
importante: ¡nunca se daría tal caso! Esto me hace pensar que ella, mi
ex-novia, una mujer, es la autora de dicho relato. Y digo “una mujer” porque un
hombre, uno sincero, no podría escribir tal cosa.
Nunca se daría tal caso porque, en la
realidad, un tipo no elige a una mujer por “chichona” (ni por “más chichona”)
Neta. El tamaño no importa; la elegiría respetando otros criterios.
Así que, como mi ex-novia me dio su opinión
sobre Se busca musa en forma de
relato, y, luego me pidió la mía, se la di en forma de diálogo breve donde se
muestra lo fantasioso (irreal, ilusorio y ficticio) de su cuentito:
—¿Sabes
cuáles son las mejores tetas para un tipo (cualquier tipo)?
—…mmm.
¿Cuáles?
—Las
que tiene a la mano.
El tamaño no importa, importa el espacio, sí,
pero no en el sentido de grande o pequeño, no de grandes tetas o de pequeñas
tetas; importa en el sentido de grandes distancias y de pequeñas distancias, en
el sentido de cerca y lejos.
Así, las mejores tetas no son las más
grandes, son las que se tienen a la mano.
sonría,
por favor
Sábado, fue un sábado. Ya me acordé. Lo
recuerdo porque llegué un poco desvelado y resacoso al ensayo del domingo. Tuve
esa sonrisa de imbécil todo el día. Uno o dos se molestaron en el ensayo por
presentarme tan de buenas. No sé porque sonreía y no sé porque no me sentí
frustrado. Tuve mi oportunidad y la desperdicié: ¡ni pedo! Así ha de ser eso de
que te callen y te exijan un beso. No lo sé. No me pasa con frecuencia… y eso
que hablo mucho.
Ya acabado el ensayo y de camino a casa, mientras
aún no entendían porque estuve tan risueño todo el día me acordé de una parte
de una canción que me hizo ampliar un poco más la sonrisa.
Y no la consintieron. Estuve contento.
La sonrisa me duró algunos días más. ¿Por
qué? Lo ignoro.
Pues debería estar de malas, porque no
aproveche para hacerle saber a Violeta la clasucha de culero con el que se
metía al armario; y tampoco pude atascarme de las tetas que tuve a la mano. No
las pude manosear por lento o tal vez lo intenté, pero las violetas ya no
estaban en la blusa porque se cayeron. Seguro piensa en lo torpe que fui; sin
embargo, estoy aquí, esperando la sonrisa que me dirija cuando se agache a
recogerlas.
epílogo:
besos sabor cenicero
¿Será que na’más soy yo?
¿No te ha pasado?
A veces, cuando bebes mucho o durante mucho
tiempo, la boca te sabe a cenicero, y la situación empeora al despertar. Es el
sabor a cenicero más el cálido aliento mañanero; ese que sabe a óxido; o sea
que juntos serían como cenicero oxidado, ¿no?
Quizá sea un problema mío de aliento.
Halitosis alcohólica, quizá.
Con todo, los besos con ultraViole fueron
sabor cenicero, a cenicero no oxidado. Fajamos alcoholizados y, al final, como
siempre, el alcohol cobró factura. Para mí no fue desagradable el sabor, sólo
singular. Espero que ultraViole piense igual. Y si no es así no me importa, ya
besaré a Viola o a Violeta o Bioleta o a Viola, y a Violenta, si lo consigo; ya
habrá besos sobrios y armario a oscuras, pero en silencio y sin interrupciones,
y no manos rápidas, sino precavidas. Ya habrá sintonía y violetas antigravitatorias.
No cabe duda que sólo los que pasamos un pedazo de vida a tu lado disfrutamos estos recuerdos plantados en este blog. Gracias por existir Lucifer.
ResponderEliminar¡Qué triste! Pues la idea es que lo puedan disfrutar todos los que lo lean.
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