Considérese el siguiente esquema:
Este es un
modelo que explica, mediante elementos irreales, afectaciones reales: el viejo
truco de la ciencia: inducir las causas a partir de los efectos… no importa si
las causas existen…
El esquema es un pastel visto desde arriba donde Im es la base
que sostiene a D, a In, y a Y, además de abarcarlos. Todo Y es In pero no todo In
es Y.
Todo In es D pero no todo D es In.
Y, obviamente, todo D es Im pero no toda la Im es D.
Los valores son los siguientes:
Y: Yo
De toda las ideas de las que nos tienen convencidos sin discusión
ni prueba —ni derecho de réplica— quizá ésta sea la más absurda: existe un yo y
sus fronteras físicas se representan por la piel. De ahí pa`dentro soy yo; pa’juera
está lo-demás. El yo parece ser el cayado de Moisés que separa los mares en interioridad
y exterioridad… y ¡ay! pobre de aquel que pretenda cruzar los mares sin su
venia, pues lo que Moisés abre, Moisés lo cierra; cual cadenero bíblico de
antro.
Pero las físicas no son las únicas fronteras del yo; las hay de
otro tipo.
In:
Intelecto.
De todas las facultades con que la naturaleza nos ha agraciado,
la que más nos gusta, como especie, para diferenciarnos del resto, quizá sea esa
capacidad de entendederas que no vemos en otro ser vivo, ni en cercanos ni
lejanos; el intelecto parece esa pulquería donde caben la Poesía, la Ciencia y
la Religión —con sus respectivos invitados— compartiendo litros y litros del coloidal
brebaje, marcados por discusiones que terminan al llenar los tarros y reinician
al vaciarlos.
D: Deseo
[En la misma pulquería la
Poesía toma agresivamente la palabra. Tal vez debido a la bebida. Dirigiéndose a la Ciencia y
a la Religión.]
POESÍA: ¡Ustedes dos, par de
putas, cállense! [el par de putas se ofende]
¡Sí, PUTAS! Ambas se pelean por el mismo cliente que ni las quiere ni las
desea, sólo, a veces, las necesita. Así es, hablo de la Verdad: la puta de
putas a la que se le paga con razones y como puta siempre se va con quien tiene
más. ¡Cállense putas de putas! Ni pretendan abrir sus bocazas, no me vengan a
contar cuentitos sobre el Deseo. No me van a decir qué es porque, además de
putas, son hipócritas, son especialistas en reconocer la ignorancia ajena pero
ciegas y necias ante la propia. Y soy yo quien se las tiene que recordar pues,
conveniente y frecuentemente, la olvidan: hay cosas que desconocen y una de
ellas es el Deseo. [Hace una pausa para
beber. Y continua.]
Por primera vez su
ignorancia sería una virtud, pero ni de eso se dan cuenta; no saber decir
cuando del Deseo se trata, es una
ventaja, pues a ningún ser humano se le necesita decir qué es. Y digo más:
sospechen de todo aquél que pretenda averiguar sobre el deseo leyendo… Por eso
me gusta beber con ustedes, ¡par de ilusas!
El Deseo, ¡vaya! Ustedes no saben lo que es.
CIENCIA y RELIGIÓN: [A coro.] ¿A caso lo sabes tú?
POESÍA: [Apurando el vaso recita con calma.] “El deseo es una pregunta cuya respuesta nadie
sabe.”[1]
Im:
Imaginación.
¿Cómo puedo ya no definir, sino tan siquiera hablar de la planta
baja del edificio sin conocer el primer piso? ¿Resultará complicadísimo, cuando
no imposible, describir y decir de eso en lo que nos hallamos inmersos en
constancia?
Sospecho que si le preguntamos a la imaginación qué es, ella nos
mostraría lo que es sin decirlo y decirlo no sería lo que es. Además concuerdo
con la Poesía, cuando dice que un ser humano no ocupa de saber lo que es el Deseo, considero que tampoco necesita que le digan qué es la Imaginación.
Según el esquema, los límites no físicos del yo lindan en el
intelecto, lo que puedo conocer es muy amplio y abarca al yo, lo desborda y,
con frecuencia, pretendemos explicarlo desde ahí, porque el yo no puede ser más
allá de su intelecto ni de lo que puede conocer, pues este conocer lo determina:
ese es su límite, uno de ellos; pero el yo toma otro camino. Por medio del
deseo el yo transgrede los límites del intelecto, el deseo desborda al intelecto. A su
vez el intelecto también tiene límites, el deseo abarca al yo y al intelecto y
va un poco más allá. El yo puede desear más allá de lo que conoce y de lo que
entiende.[1] Este es
otro límite del yo, no puede ir más allá de lo que desea, pero toma otro
camino, por medio de la imaginación el yo transgrede y va más-allá del deseo… de
esto se sigue que le es imposible desear algo que no haya imaginado antes.
Puedo imaginar algo que no deseo pero no puedo desear algo que no imagine antes de desearlo.
Imagino, por ejemplo, mi muerte, pero puedo no desearla. Deseo a la mujer de mi
prójimo, por ejemplo, pero ya antes, entre la primera vez que la vi y la deseé,
la imaginé.
El Síndrome
del Mostrador o del Aparador.
A
veces parece que el Deseo se desborda y amenaza con romper las fronteras de la
imaginación, pero es sólo apariencia: ¿Nunca se les ha antojado algo pero no
saben lo que es? “Se me antoja algo pero
no sé qué.” Nos decimos, y comenzamos a preguntarnos “¿Qué será? ¿Qué se me antoja?” buscando la respuesta en la imaginación.
El Deseo para hallar su satisfacción necesita de imaginarla. Cuando se mezclan
ambos y ambos se satisfacen, Deseo e Imaginación, ya nada vuelve a ser como
era. ¿No se han dado cuenta que los pervertidos tienen grande la Imaginación?
El Deseo es la exigencia, la Imaginación la sugerencia.
Más o menos así es escribir por escribir. Es una mutación del
síndrome del aparador, es tener ganas de algo, es desbordar el deseo, “Tengo ganas de escribir, pero ¿qué escribo?”
y esta pregunta la arroja el deseo al piso de abajo, le cae a la imaginación y
ella la recoge y la responde siempre, aunque no acabe de responderla nunca.
Epílogo:
Abusando de la metáfora, si el esquema es un pastel y la
imaginación la base, la mesa sería lo Real, la Realidad… si esto es así, entonces
el yo, el intelecto, el deseo y la imaginación serían filtros a través de los
cuales percibimos la realidad, cualquier cosa que eso sea…
alio
@aleljndr
@MomentoSonoro
[1]
Ésta es, según Descartes la raíz del error. Como lo que deseo no se mantiene en
las fronteras de lo que entiendo, entonces la posibilidad del error se
presenta.
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