Menssanstato:
Entre la idea y la
obsesión; traducido al cliché: caminando al filo de la navaja. Claro, de una
navaja teórica; una navaja que no corta, cierto, pero que tampoco es
inofensiva. El peso de la idea es un peso que no mata pero aplasta, sofoca
aunque deje respirar, y a la vez no tiene lugar —La insoportable levedad del
ser—; es tener los pies en Utopía, es respirar napalm en las selvas del Viet
Nam, es la lucha de trincheras un 24/25 de diciembre de la Pirmera Guerra que
los europeos nos quieren hacer creer que fue mundial; es el suspenso breve y
eterno entre inhalación y exhalación donde se advierte, como cosquilleo desde
las puntas de los pelos de la cabeza hasta los de los pies, eso que el poeta
llamó estar en “la tentación del atentado”.
Y luego. Nada. Del respiro
al suspiro; dedicado en pelos y alma al plan que, antes del primer paso, he de
desechar, trucando el objetivo original por uno menos intangible. En un futuro
lejano recordar será tipificado como la actividad más radical de
autosabotaje que debería haberse inventado nunca: la vivencia pasada traída al
presente, como episodio esquizoide, es la bomba molotov que retrasa el avance
de las fuerzas del orden/progreso y perpetúa, aunque sea en una protesta breve,
el discurso sin discurso basado en la imposibilidad de la palabra: el silencio
remarcado por una gran explosión, un anti big-bang que no crea nada, ni expande
nada, sino que, antes y para mantener la antianalogía, al implotar deja de
existir el tiempo y deja de existir el espacio y el Universo se vuelve sobre sí
como la reflexión obsesiva del compulsivo. El molino que se comienza a moler a
sí mismo al no tener nada más que moler… 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… Toco madera,
triscaidecafóbia. Hombre supersticioso vale por medio hombre. Porque…¿Cómo lo
explico? ¿Se puede poner en palabras?¿ ¿O me dirán que el lenguaje puede
expresarlo todo? Entonces al final, ¿la realidad sí es racional? ¿Qué nos queda
si la realidad de las cosas escapa a las palabras? ¿El horror vacui?
Del cerebro a la tripa no
hay ni distancia ni diferencia digna de tal nombre. Sin embargo la idea
embarcada en proyecto ambicioso ha naufragado, la realidadiceberg le ha
mostrado lo endeble de su embarcación y lo limitado de sus capacidades, pero el
salvavidas, siempre prometedor, susurra la posibilidad de la conclusión: hacer
es lo importante, no decir. ¿Qué hay más políticamente correcto que señalar el
absurdo destruyéndolo? ¿Qué hay más sospechoso que la ‘respuesta’ hallada en el
momento de desesperación, qué hay más sólido?
Hacer, sí, pero ¿cómo? El
abuso en el análisis nos ha merecido la psicología como muleta de vida, de
sentimiento y de —lo peor de todo— comunicación. Somos el laboratorio
vendevacunas perfecto: una vez creado el mal, ahora debemos crear el remedio.
Seres humanos que son incapaces de ser seres humanos, humanizándose por métodos
poco humanos. Cursos intensivos de vida a los vivos mientras los zombis y los
muertos se cagan de la risa uno en la boca del otro, como símbolo antiquísimo
—verdadero yin yang occidental— del circuito cerrado que es el Universo; sí,
cerrado, inconmensurablemente gigantesco, pero cerrado al fin. Segunda ley de
la termodinámica.
Espectáculo posmoderno:
Muertos alimentando con sus desechos a medio muertos que a su vez, con los
suyos, mantienen muertos a los muertos que… etc. Y los espectadores, que no
terminan de entender lo contestatario de la instalación, aplauden indolentes al
espejo que el Arte ha montado en el escenario —otra vez— y que además les ha
cobrado por ver. Otra vez.
@aleljndr
pinches rifas !!!! :3
ResponderEliminarDice un silencioso mensaje que circula por doquier, que hay tantas formas del silencio que debería considerarse un lenguaje. Quizá lo sea, quizá después de tanto discurso, recurso y decurso, finalmente alcancemos ese otro convencionalismo de decir sin decir nada. Florecer el silencio en el alma del escucha... Mientras tanto, que siga la obsesión y la idea, ese frontenis interior que espera su primer campeonato mundial. Abrazos mi estimado.
ResponderEliminar