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En fin, volvimos con el tapa-frío y la banda de pUnk estaba por irse y comenzaba a desaparecer la posibilidad de seguirnos costeando las ch...

La primera no se olvida.... (Cuarta y Ultima Parte) La primera no se olvida.... (Cuarta y Ultima Parte)

La primera no se olvida.... (Cuarta y Ultima Parte)

La primera no se olvida.... (Cuarta y Ultima Parte)

En fin, volvimos con el tapa-frío y la banda de pUnk estaba por irse y comenzaba a desaparecer la posibilidad de seguirnos costeando las chelas de a 30; entonces el conteo regresivo que nos hizo consciente nuestro problema con el alcohol apareció 80 min. antes de las 8 p.m.. Creo que ya nadie estaba en nada, excepto en esperar a las 8 p.m.: la barra libre.

Exactamente a las 7:45 decidimos ir a donde la barra libre. El lugar ya estaba a reventar. El concepto de barra libre introduce la disciplina de la puntualidad en cualquier alcohólico. Ningún A. A. se puede preciar de lograr semejante hazaña: la puntualidad. Todo bebedor, ni siquiera tiene que ser alcohólico, espera, mejor dicho, desespera por una cerveza; ningún doblea (o ¿dobleaa?) impacienta por iniciar su siguiente reunión de grupo; quizá se halle irritable y de muy mal humor, pero es, sin duda, porque le falta lo Alcohólico, no lo Anónimo.

Lo único peor que un alcohólico es un alcohólico redimido. Los alcohólicos tienen tan buen humor, saben que el mundo es un gran coprolito en descomposición, saben que el dolor es, en realidad, “el pan nuestro de cada día”, llegan a cierto grado de conciencia que hace de la sobriedad algo insoportable, por eso beben. Y a pesar de tal conocimiento que justificaría cualquier suicidio, siempre encuentran el humor; siempre encuentran el pretexto para reír, para divertirse. Quién sabe, quizá hasta lleguen a hallar el sentido. El ejemplo claro de esto que digo es Charles Bukowski.

Los alcohólicos redimidos, son el arrepentimiento hecho carne. También les resulta insoportable la realidad pero el alcohol no les ayuda. Son los que, borrachos, hacen pendejadas, como violar a su madre o hermana, en lugar de estar riéndose de que no hay motivos para reírse. A estos, el alcohol no los humaniza.
Además, a este respecto, yo aplico lo que una vez, con mucha razón, me dijo mi padre, cuando inocentemente le planteé la idea de ir a A. A., porque su No rotundo y definitivo:

“Yo sí soy Alcohólico, pero no soy ningún Anónimo”.

§

Poco a poco comienzan a repartir tragos.
Ya antes vi un escenario así, pero en la tele: un camión de ayuda humanitaria de la O.N.U. repartía comida entre la espesa selva en Sierra Leona. Allá se luchaba por bultos y latas, aquí por líquido rojizo o amarillo en vasos transparentes.
Conseguimos ganar la lucha por un par de vasos cada uno, quizá estemos listos para África; luego los bebimos, fuimos a pelear por otros y aún la bebida no se revelaba: nadie conseguía ponerse de acuerdo a cerca de lo que estábamos ingiriendo.

Más que preguntarle a tu trago “¿De qué estas hecho?”, más que obligarlo a confesar debías exorcizarlo. La frase “El poder de cristo te conmine” no funcionó. No importó cómo la articuláramos, no funcionó.
Tequila, vodka o mezcal eran las opciones más probables. Al final creo que decidimos que la barra libre era de agüitas locas; y un par de horas después lo confirmamos: andábamos mal, pero no borrachos.
Entre que se hablaba barrido y se caminaba chueco pasaron algunas horas y aún no había futuro para tocar.

Mientras tanto, seguimos bebiendo con Los Razieles, bandas tocaban y tocaban. Nada pasó, excepto, como siempre, un accidente con el alcohol.
Maltos, dijo ya vuelvo y fue al baño. Se tardó un poco, pero al volver traía en brazos a una mujer, que, se veía, había bebido de más. Entonces Toño y yo comenzamos a hacerle burla: “sacaborrachas”, “carga-bultos”, “si te la tiras borracha cuenta como abuso sexual” y cosas por el estilo. Maltos se deshizo de la chica y fue a donde nosotros.

—No sean culeros —nos dijo.

—¡Culero tú! ¿La emborrachas pa’que afloje?

—No. ¡No mamen! En el baño estaba que se caía y vomitando, junto con una amiga. Entonces pensé “pinche vieja borracha” y le eché la mano. Que la cargo y le pregunto a la amiga “a dónde” Entonces me dice “por acá”. Luego, en el camino, ustedes me vieron y me empezaron a gritar esas pendejadas y pues me empecé a cagar de la risa, la chava ya se me estaba haciendo pesadita y con la risa hasta se me podía caer. Eso me hizo reír más. Pero seguí caminando. Cuando la amiga me dice “aquí, por favor”. Volteó y me estaba señalando una silla de ruedas.
Maltos tenia cara desencajada, la chava que cargó no podía caminar y el alcohol no tenía nada que ver.

—No esta peda, se cae porque no puede caminar—dijo Maltos.

—Tranquilo, ninguno de los tres sabíamos eso.

—Sí, pero…

—Pero nada, no te sientas mal Maltos.

Además no nos equivocamos. Estaba en el baño vomitando no por andar en silla de ruedas, sino por el alcohol.

Maltos se sentía mal y estoy seguro que no sabía bien por qué. El punto es que se le pasó en un rato; hasta entramos en humor negro. La situación se prestaba: una chica en silla de ruedas borracha y vomitando en el baño. Comenzamos a bromear acerca de si la chica estaba o no borracha. Vomitó, es un hecho, pero pudo haberse mareado dando vueltas en la silla; lo cual haría de nosotros unos culeros por reinos de ella creyendo que estaba hasta la madre de alcohol. O, en realidad, había bebido mucho y andaba borrachísima, pero ¿cómo llegó hasta el baño a vomitar sin la silla de ruedas? Respuesta: la chica de la silla de ruedas no bebe alcohol porque cuando se pone hasta el dedo se le olvida que no puede caminar y, simplemente, se levanta de la silla de ruedas. Ya sabes, humor negro; y sólo hay que decir lo leve, porque si contamos todo podemos pasar por ojetes sin sentimientos. Hasta deberíamos venderle la idea del chiste a Polo Polo, como si la necesitara.

La risa y la broma disolvieron la cara larga de Maltos y, durante un rato nos distrajeron del cansancio que comenzaba a aparecer y del frío que ya era un hecho.

§

Ya olvidé lo que sucedió entre la borracha de la silla de ruedas y la madrugada. Lo único que me queda en la memoria es que sólo faltaban Los Razieles y nosotros por tocar. Y como a eso de las 3:30 a.m. —es decir, once horas y media después de que llegamos—, por fin conseguimos tomar el escenario gracias a algunos de los de seguridad que se confesaron metaleros de corazón.
Ya casi arriba, nos enteramos que nosotros cerraríamos la tocada. Por lo que Los Razieles no tocarían…y de hecho no tocaron. Ellos nos invitaron, ellos habían vendido boletos, ellos no tocaron.

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