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    De todos los de La Banda, de él es del que menos se sabe, fue de los iniciadores junto con Alf y la primera vocalista que tuvieron; la...

R. Salazar R. Salazar

R. Salazar

R. Salazar

   

De todos los de La Banda, de él es del que menos se sabe, fue de los iniciadores junto con Alf y la primera vocalista que tuvieron; la que los dejó y en su lugar entré yo. Así, el único que puede aportar algo es Alf, pero no le gusta hablar de él. Sospecho que si no fuera por La Banda, ni se hablarían. Por lo que sabemos Rufino podría ser guerrillero urbano o jefe de algún cartel de la droga.

La única fuente y por lo mismo la menos confiable sobre el pasado de Rufino Salazar, es Rufino Salazar.

Sé por Patricia Plaza que antes de que ella y Alf se conocieran, éste tuvo un amorío con una modelo “que se dejaba dibujar en cueros para estudiantes de pintura y curiosos que la miraran” en la Antigua Academia de San Carlos en los años en que Salazar estudió ahí. Concluyo que allí y entonces, Antoine Alphonse Dinant y Rufino Salazar se conocieron. Obviamente intenté hacerme de información, sin éxito hasta ahora.

—¿Cómo conociste a Salazar?

Alf: Yo a ese cabrón no lo conozco.

—¿Cómo conociste a Alf?

Rufino: Viviendo.

Alias El Zar Fino, El Fino Salazar, Refino, Rufus, Rufo, La Sal Fina, Rufí Saal Az-zahr; Rufino Salazar, ingresó a la Antigua Academia de San Carlos —o Academia San Borro Meo, como él le dice— a estudiar pintura. Nadie sabe nada de él antes de eso y casi nunca platica nada; de repente ebrio suelta informaciones. Allí estudió los bocetos de las grandes obras de los grandes y de ellos se enamoró para después obsesionarse al grado de ser incapaz de mirar un cuadro terminado y menos admirarlo sin estudiar primero el boceto de donde vino.

Y para darle un poco más de coherencia a su insania, valoraba más los bocetos que el cuadro terminado. Esto le provocó discusiones más que apasionadas con los profesores de la Academia. Por lo que Salazar cuenta, “sabían mucho de historia del arte, poco de pedagogía y nada de argumentación”. Lo que me hace suponer que él les ganaba las discusiones. Costumbre, por lo demás, que permanece aún ahora.

Cuenta que le hicieron la vida insoportable, le saboteaban sus cuadros, le malinformaban de los trámites de exámenes e inscripciones; pero él, necio, nunca dejó de trabajar para graduarse; hasta que, durante las pruebas finales lo expulsaron por unanimidad del Consejo de Ética debido a “un comportamiento inadecuado en una sesión de desnudo”

Nunca he visto cuadro alguno de Salazar pero sé que pinta y vive de trabajitos relacionados al dibujo, la ilustración y demás adicciones a lo visual que El Capitalismo tiene.

Supongo que Rufo padece el Complejo Dalí: expulsión de las Academias por demencia. O sea, enloquecer en el peor lugar, en el que se supone curan la ignorancia, no la demencia: las aulas.

No estoy diciendo que Salazar esté a la altura de Dalí; los Genios enloquecen, pero los locos también.

 

 



 

In vino veritas


—¿Qué haces Rufo?

—Ya sabes, Rufino se queja cuando le va mal y se regocija cuando le va bien.

—¡Ah! Entonces Rufino vive.

—…espero que la vida sea más que eso… mientras bebo.

—Y ¿qué bebes?

—Rufino Salazar, bebe vino de consagrar.

Respondió Rufino Salazar ya pisándose la lengua.

—Y ¿por qué bebe Rufino Salazar?

—Rufo bebe porque debe. Cumplo con mi beber.

Respondió Rufino Salazar

—¿Por qué Rufino Salazar debe beber vino de consagrar?

—Rufino se dedica a la noble tarea de averiguar cuáles de sus ideas aplican a la purificación de La Nación Mexica.

—Oh, Rufino, creo que la botella ya trae rima pero poca métrica

—¿Sabes qué me caga de la poesía?

—Nope

—Que no la entiendo

—…entiendo.

—Y a ti ¿te gusta?

—¿Qué? ¿La poesía o el vino de consagrar?

—La una y el otro.

—La una sí, el otro no lo he probado.

Y Rufino me pasó de la botella estirando el brazo. La tomé, tomé y pregunté:

—¿Y en qué idea estabas pensando?

—Trabajo de campo: necesito averiguar qué tanto se puede modificar el sabor del vino de consagrar sin que se note.

—Rimar infinitivos no es rimar.

—Fue un descuido, ya no jugaba a eso.

—Y ¿para qué lo del sabor del vino?

—Porque tengo esta fabulosa idea de envenenar todo el vino de consagrar para acabar, de un día para otro, con todos los padrecitos tocaniños. Claro, tendría que estar envenenado el sábado, para que el domingo, que es día que todos ofician, caigan muertos y se vayan a encarar, de una vez por todas, al que tanto dicen amar.

—Magnicida

—No. Amputador. A veces hay que cortar una parte del cuerpo que ya está muerta para que el resto viva. Es un procedimiento médico drástico, pero a veces necesario.

—¿Y el Vaticano?

—Mira, si tengo éxito, allá, con sus mentes medievales, culparán a la francmasonería.

—Hasta en chivo expiatorio has pensado.

—Claro. Es parte esencial en toda buena planificación del crimen.

—Conspiración, dirás.

—No traigo el diccionario a la mano, pero creo que la conspiración es entre varios, yo soy sólo yo.

—Y ¿qué otra idea tienes para mejorar al país?

—Tengo un par sobre democracia impía, pero eso otro día, hoy todavía estoy muy sobrio para tratar de política.

—Y ¿cuándo mis oídos serán dignos de saberlo?

—¿Qué quieres saber?

—Todo lo que me quieras decir. Necesito información de ti para…

—…para el libro.

—Sí.

—¿Y si mejor te paso ideas que he escrito?

—¿Un diario?

—…”Querido diario, yo soy Dadá. No soy artista dadaísta, porque el Dadá no es arte, es otra cosa, es su conciencia. Es el arte haciéndose consciente de sí. Es autoconciencia del arte hablándose en su idioma.

Es el arte cobrando conciencia de sí en lenguaje artístico; o sea, artísticamente. ¿De qué otro modo podría hacerlo?

—Me serviría para el libro. ¿Me lo enseñarías algún día?

—…”Querido diario, hoy el nuevo letrista de La Banda me dijo que te quiere conocer… pero en realidad lo que quiere es que se lo enseñe.

 

 

Deporte extremo

El concepto de la vida como deporte extremo lo conocí en Salazar, era una mezcla de arrojo exagerado al cambio llegando a rosar con la metamorfosis. La teoría básica era la siguiente: si Darwin tenía razón y los más fuertes son lo capaces de adaptarse al medio, entonces ampliar las capacidades de adaptación mejoraría las posibilidades de sobrevivencia. Saber esto ayudaba a darle un poco de coherencia a la existencia de Salazar, por eso siempre buscaba beber de más, tratar mucho tiempo con las personas que nadie soportaba y aún más tiempo con las que él no soportaba, cuando estaba muy feliz usaba antidepresivos, cuando estaba deprimido usaba ansiolíticos; por eso duró tanto de pareja de una bipolar y generalmente estaba rodeado de un aire de masoquismo. Nada más alejado de la verdad. Una persona incomprendida más; pues sólo se trata de un extremista radical.

 




a.




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