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§ Los Razieles están listos, su camioneta guiará la caravana. Nos vamos. Tomamos dirección hacia la cabaña del Greñax . Toño tenía razón....

La primera no se olvida.... (Tercera Parte) La primera no se olvida.... (Tercera Parte)

La primera no se olvida.... (Tercera Parte)

La primera no se olvida.... (Tercera Parte)

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Los Razieles están listos, su camioneta guiará la caravana. Nos vamos. Tomamos dirección hacia la cabaña del Greñax.

Toño tenía razón.

Vamos por ahí, en una carretera puteadísima con baches que parecen pozos algunos hasta trincheras; curvas y curvas con sólo bosque por panorama. Razielmóvil, diablo y murciélago; a veces razielmóvil, camión, diablo y murciélago. Debemos ir uno-tras-otro o podemos perdernos. El diablo rebasa al camión, el murciélago debe rebasar también.

Después de un rato observamos que hay señales sobre la carretera para llegar al evento, a la tocada; ya saben, de esas cartulinas hechas-en-casa con colores en extremo llamativos. Al parecer el lugar se llama El Rockxco; quizá lo escribieron mal y sea El Rock X Co., nunca se sabe.

Tras una curva muy cerrada una gasolinera en medio de la nada. Paramos por comida. Bajamos a estirar las patas y a pegarle a la nicotina. A chingarnos un tabaco, aunque en realidad es el tabaco el que nos chinga. Un Chevy blanco para también. Miramos, más bien morboseamos, a mí me detiene un poco Maya, pero es chida y agarra el pedo, además de que nunca he sido de hipocresía, sino de sinceridad, algunos dicen que de cinismo.

¿Qué obtenemos del Chevy? un par de parejas, una chica simpática y la otra te hacía babear. Morena, un poco arriba de la estatura femenina promedio, cintura estrecha, senos jóvenes y bien definidos, piernas increíbles y caderas amplias con nalgas perfectas. El pantalón de mezclilla se le adhería al culo, parecía parte de ella, como si en vez de meterse en él —en el pantalón, no en el culo— se lo hubiera pintado encima de su bien esculpido cuerpo.

No recuerdo qué hacia Maya, pero por unos instantes todos admirábamos a la morena del Chevy blanco. Toño me mira y hace un gesto para mostrarme su aprobación hacia la morena. Ella está ahí, besando empalagosamente a un tipo. Si me preguntan él es feo para ella. Pero, ¿qué más da? la chica no me interesa, seguro no ha pasado los 18.

Toño, seguro no tiene ni 18.

—¿Seguro? ¡Segurísimo!

Maltos nos escucha a la vez que evalúa a la morena y dice:

—Siempre estuve en contra de que alimentaran a las reses con hormonas. Resultado: niñas de 13 a 16 con cuerpo de veinteañeras. ¡Mierda! Casi te hace sentir pedófilo.

Era cierto. Lo de las hormonas y lo de la pedofilia.

§

Salimos de la hipnosis y regresamos al camino en los mismos grupos, diablo: Ruly, Maltos, Gabriel y cervezas, murciélago: Maya, Toño, chicles, refrescos y yo. Papas en ambos.

Mientras andamos Maltos se la pasa pendejeando verbalmente por el radio, nos hace el camino ameno. Neta que tiene voz de tira. Además eso de la pendejeada se le da, no por entretener a las personas, sino porque así es él; no pendejo, sino creativo y viajado…como todos en la banda, como todos en todas las bandas.

En poco tiempo llegamos al parque donde se realizará la tocada. Es una especie de cañada atiborrada de árboles y con estacionamiento lleno. Tenemos que dejar a diablo y murciélago en la entrada y terminar a pie. Nos dicen que no está muy lejos, tendremos que bajar las cosas sin coche, desde la entrada del parque hasta el escenario. No parece lejos, pues desde la entrada se escucha la música de CD. Son las 4 p.m., se supone que esto comenzó a las 12 y nadie ha tocado aún. Así son estos eventos.

Antes de dejarnos pasar debemos figurar en una lista. Lista que se conforma por los nombres de todos los integrantes de todas las bandas. 20 bandas.

—¡Ya valió madres!—pensamos—¿Qué vamos a estar en esa lista si venimos invitados por Los Razieles?

Eso eran chingaderas, pero: ¡NO-MAMEN! ¿¡20 bandas!?

—¿Te imaginas a que hora vamos a tocar? Son las 4 y to’via no empieza. Nos van a decir que nos programan a las 12 p.m. y con 20 bandas vamos a terminar tocando dos o tres horas después.

§

Aquí algo debe explicarse. Las tocadas de varias bandas, digamos 10. Son largas y un tanto tediosas para el que toca como para el que escucha. Porque cada banda debe tocar cierto tiempo, en este caso, 30 minutos; entonces en 5 horas tocarían 10 bandas, por lo que en 10 lo harían 20. Lindas matemáticas; su falta es su mayor virtud: a veces abusan de la abstracción. Cada banda toca 30 min. Cierto, pero lo que la aritmética no revela es que el cambio entre que una banda se baja y la siguiente se sube (al escenario), en lo que una se desconecta y otra se conecta (a los amplificadores), entre que el bataco de una es zurdo y el de la otra diestro. Ese inter, a veces es de hasta 10 min. Sin contar que puede haber problemas no previstos, como apagones o fallas del equipo. Por esto es que en una tocada de muchas bandas el programa es de chocolate, pues terminas subiéndote horas después de lo planeado. Esta es la razón principal por la que organizadores profesionales, en eventos grandes e importantes, han decidido tener varios escenarios. El vivo ejemplo de esto es el Muere Latino, como bien lo llama Toño. En él se presentan muchísimas bandas en tres escenarios distintos. Yo nunca he ido a este evento, porque no podría imaginarme qué hacer si el programa pusiera a la misma hora a Termo, Panda y Los Cadillacs. ¡Puta! ¡No sabría que hacer! ¡Me cae!

§

En fin. Eso de la hora de la tocada ya se verá. Ya estamos aquí. Sólo es cuestión de esperar. El pedo es estar en la lista.

¿MmmmCarlos`n`Maltos? Sí.

¿…Gabriel? Sí.

¿Toño?… Sí.

¿Raúl?… Sí…

¿Yo?, tambor.

Nos dan, na’más a los integrantes de las bandas, unas quesque pulseras distintivas que no son más que cinturones de amarre de plástico. Esos con los que se juntan gran número de cables. En fin, “Adelante”, nos dicen. Pero hay que esperar a Los Razieles, somos sus invitados.

Pu’s nada, Los Razieles no están en la lista. Es increíble, pues uno de ellos diseñó la publicidad para el evento y na’más no aparecen. ¡Qué chingaderas! ¿no? Alguien saca la publicidad, se la muestran al de la entrada y pedo solucionado.

Ahí vamos, Los Razieles y nosotros caminando el sendero hacia nuestra primera tocada, una bajada bastante prominente, exageradamente inclinada, dantesca. Al ir andando, nos guiamos por la única vereda y por el ruido, vemos un Chevy blanco parado a la orilla del camino de terrera. Es inevitable. Seguramente a todos se nos mete en la cabeza la morena de la gasolinera, con todo y su gran culo. ¡Caray! ¡Que cabezones estamos!

§

Es un parque de deportes extremos, hay torres enormes para rapelear, escalar y cables para deslizarse creo que se llaman tirolesas o tirolezas. ¡Carajo! Parece campo de entrenamiento de paramilitares. Cabañas y unas 100 personas, por medio de letreros nos enteramos que la “primera” Barra Libre fue dos horas antes y la siguiente es de 8 a 9. ¿Qué haremos mientras tanto? Tocar sería una opción.

Buscamos al organizador para averiguar el orden en que las bandas se treparán al escenario. Después de algunas preguntas en falso lo hallamos.

Los Razieles hablan primero.

—Somos Los Razieles, ¿a qué hora nos toca?

Hojea algo entre sus manos y pregunta:

—¿Cuántos boletos vendieron?

Maltos me dice:

—Ya valió madres.

Me hace un gesto raro y se acerca al organizador.

—Somos Radicales Libres ¿Atrás de quién vamos?

Maltos es listo, pues preguntar por la hora no tiene sentido, pero saber después de quien tocamos sirve de ubicación aunque no en el tiempo, por supuesto.

—¿Cuántos boletos vendieron?—dice el organizador.

—¿Qué importancia tiene eso?—pregunté.

—Es que le damos preferencia a las bandas que vendieron más boletos.

—¿En qué consiste la preferencia?

—Entre más boletos hayan vendido tocarán más temprano. ¿Cuántos boletos vendieron?

A nosotros nos invitaron Los Razieles.

Hurga las hojas que trae entre manos. Se detiene en una y le da golpecitos con el índice a la vez que nos dice:

—Sí. Aquí está. De hecho les di boletos a ellos para que se los pasaran a ustedes a vender.

—Mira, yo vendí uno —dije.

Era el de Maya que aún no pagaba.

—`Ta cabrón. Este evento es de vender boletos. No se pueden subir a tocar si sólo vendieron un boleto.

—‘Perame vo’a contarlos y cuando sepa el número exacto te buscamos —le dice Maltos.

Me acerco a los Radicales.

—¡Valió madres! Esto ya se apestó. Al parecer no vamos a tocar por no vender boletos.

—¡Chale!—dice el Toño.

Maltos hace el mismo gesto raro y señala.

—Pues ya estamos aquí, vamos a esperar, por lo menos a la barra libre, para que valga la pena el viaje hasta acá…y quién sabe, chance hasta toquemos.

Todos estuvimos de acuerdo.

Dimos una vuelta. El escenario se ve bien. La gente es un público joven. Hay puchachas y muchachas, y entre ellas descubrimos con poca sorpresa, pero mucho gusto, a la morena del pantalón pintado muy pegajosa a un tipo; el mismo que besaba en la gasolinera.

—Me da gusto verla por acá, no me la vo’a ligar pero por lo menos alegrará la vista —dice Toño como a la nada, o a sí mismo.

§

Mientras tanto, no hay barra libre, pero hay caguamas de a 30. Te las sirven en esos vasos de concierto.

—30 no está tan manchado. Pero hay cheves en el diablo. El pedo es que hay que subir por ellas.

—¡Puta que hueva!—dice Toño.

Pero hay que devorarlas antes que se calienten.

Todos queremos cerveza pero nadie quiere subir por ella.

Al final vamos Gabriel, Maya, Maltos y yo. Tras una larga semi-escalada, camino a donde los coches, lamentamos el hecho de que sólo quede un six. Igual lo agarramos, pero al tratar de entrar nos revisan y nos informan que no podemos introducir bebidas alcohólicas, que se debe pagar “descorche” de 50 varos.

—¿50 por un six?, y luego de chelas. No conviene. —Dice Gabriel.

—`Tons ¿qué hacemos?

—Podemos ir por más cerveza para desquitar el pago del descorche. Siempre hay pretexto para justificar el alcoholismo.

Dijo Maltos.

El problema es que está por oscurecer y hay que tomar carretera para ir por cervezas.

El de la entrada nos dice que podemos beberlas en la caseta donde está de encargado, pero que debemos sobornarlo con una.

Por los radios les avisamos a Toño y Raúl que si quieren cerveza deben subir por ella. Tomo la bolsa donde están las cheves. Gabriel, Maltos, Maya, Toño, Raúl, el encargado de la entrada, yo y na’más 6, seis, VI cervezas. Hacer del agua vino es increíble y envidiable, multiplicar panes y peces esta de lujo; pero lo que de veras demuestra que un hombre es dios hecho carne es multiplicar cervezas.

Cierro los ojos con fuerza.

Me concentro en multiplicar las cervezas.

…me asomo a la bolsa.

Las mismas seis.

Creo que seguiré siendo hombre.

Las reparto. Ahora no recuerdo como fue pero todos bebimos un poco. Y justo a media cerveza, por fin, comienza la tocada. Buen sonido, desde la entrada se escuchaba bien. Para terminar con nuestro escaso cargamento chelero platicamos pendejadas, entre nosotros, y con el encargado de vigilar la entrada.

—Y ustedes ¿qué tocan? —nos pregunta.

—Metal.

—¿Neta?

Yep.

—Y ¿a qué hora tocan? Porque yo los tengo que ver. Me late el metal.

—No sabemos. Quizá ni toquemos.

½ sorprendido nos pregunta por qué.

—No vendimos boletos.

—¡Puta! Mal pedo. Pero si tocan me echan un grito, ¿no?

Simontas, pero el escenario está lejos de aquí.

—No hay pedo, todos los de seguridad traemos radios de comunicación. Cuando toquen nomás se le acercan a alguno de ellos y le dicen que me avise por radio…es que me late el metal, a todos los de seguridad nos late, y no sabía que hoy habría una banda de metal, hay de punk, de happy punk y de otras madres que no me gustan. ¿Saben que son la única banda de metal?

Noup.

—Pero es de imaginarse, ¿no? El metal no vende.

—No mucho. No en esta parte del mundo.

Ya sin chelas decidimos movernos al escenario.

—Podríamos ir por más chelas— dice Raúl.

—¡Mta! Que hueva— dije— además, una chela no coloca a nadie como para tomar carretera e ir por más.

—…Y ¿qué? ¿Vamos a estar aquí picándonos los ojos en lo que averiguamos si tocamos o no?—dice Toño.

Pu’s adentro venden chelas.

—30 varos.

—30 o 50 del descorche. Elijan.

Pocas veces la realidad se presenta tan cruda que es facilísimo tomar dediciones: serían chelas de a 30 racionalmente dosificadas de modo que no estropeara la economía de nadie; así llegaríamos hasta la barra libre, la que, después supimos, todo el mundo esperaba con ansia. Lo que nos animaba es que comenzaba a oscurecer.

Mientras tanto, la tocada seguía. Bandas y bandas se trepaban al escenario. Nada que contar, salvo una banda de punk que hasta tocó algunas rolas de Los Ramones. Punk, punk, ¡punk!

§

Recuerdo que una vez conocí a un argentino que decía pank.

Sho tengo una extraña inclinación por el pank. ¿Y vos?

—¿Por el qué?

—Por el pank.

—¿Pank? ¿Qué es eso?

—¡El pank! Sha sabés Los Ramones, Sex Pistols.

—¡Ah! El ponk.

—Sí, me fascina el pank.

Y me hartó el pank en sólo 5 minutos, hasta que le dije, mejor dicho, le grité:

—¡Se dice pUnk, no pank!

Fue muy cagado, porque justo después de mi grito llegó otro arggento que también le decía pank al punk. Lo que pasa es, me explicaron, que en el culo del mundo, esto es, en la Argentina, al punk se le dice pank del mismo modo que al yo se le dice sho.

§

En medio del bosque la humedad es muy alta, casi en cualquier época del año.

El frío húmedo es castrante en cualquier lugar. Empezó a aparecer ese frío, por lo que Gabriel y yo fuimos a los coches por algo para el abrigo.

De camino a la entrada, ya completamente oscurecido, comenzamos a escuchar susurros, en medio del bosque, en donde no te mirabas ni la nariz. Mientras más caminábamos más claros eran.

Parecía una voz aniñada; decía:

—…un poquito…poquito.

Tratamos de seguir los susurros.

Casi sin darnos cuenta nos vimos enfrente de un auto blanco, era el Chevy de la morena.

—Despacio, más despacio. ¿Sabes qué? Mejor ahí le dejamos.

Escuchamos estas palabras de lo que parecía ser una voz femenina y agitada. De pronto se presentó ante los ojos de Gabriel y los míos un cuadro, una escena momentánea y fugaz digna de ser descrita por el Marqués de Sade.

En la absoluta oscuridad, aún entre susurros, se sucedieron un par de acciones casi simultáneas: escuchamos un ruido raro para el bosque. Era la puerta del Chevy abriéndose, la luz automática del coche se encendió y, entre sombras, vimos a un tipo bajando del auto a la vez que se subía los pantalones, a través de la ventanilla ligeramente empañada se posaban, armoniosamente, un par de pantorrillas al aire unidas por los tobillos por medio de una tanga rosa-Barbie©; sus pies tocaban el toldo del auto. En un par de microsegundos las piernas desaparecieron a la vez que se descubrió el torso dueño de esas piernas: era la morena.

Gabriel y yo reanudamos el camino, pues, al parecer, habíamos detenido el paso. A lo lejos escuchamos la misma voz de los susurros excusándose.

—Es que me duele, me duele mucho.

Seguimos caminando y una voz masculina respondió algo que no atiné a traducir.

—Parece que fue su primera vez.

Dijo Gabriel.

—O la primera vez que le dolió.

Se corrigió a sí mismo.

2 comentarios:

  1. Me encanto!!!!!!!
    Leer-te es mejor que escucharte, x1q tus letras hacen que te trasportes a los lugares y acciones que describes, tu estas hecho para esto.
    Espero mas como estos pronto.
    Lu

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  2. gracias Lu, de hecho falta otra parte del relato de la primera vez qe tocamos...espero qe te guste hasta el final.

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