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Méjico es un gran país, de una enorme cultura, de gente increíble y climas diversos. Méjico no es más que otro ni menos que ninguno. Es ...

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Méjico

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Méjico es un gran país, de una enorme cultura, de gente increíble y climas diversos. Méjico no es más que otro ni menos que ninguno. Es único. Eso es todo. Es único como todos los otros países. Y le pasa lo que les pasa a los únicos: el Universo es lo que es por ellos y sería otro sin ellos.
Méjico tiene, como todas las naciones, características muy especiales; una de ellas es ésta:
A Méjico no se le puede amar así, sin más, por lo menos no los mexicanos; creo que nosotros siempre tenemos una relación amor-odio con nuestro país. Es un poco así. Además, no sé si han notado, pero Méjico se escribe con ‘m’ de mestizo: es un país con un poco de sangre nativa y un poco de extranjera y un mucho de mitad y mitad; es herencia mitad europea mitad americana, pero Méjico no está en Europa, está en América, habla español, como la España de Europa, pero Méjico no es la España de América. Méjico es antiguo pero a la vez es joven, pues apenas cumple 200 años,[1] y tiene antiguas tradiciones, pues es viejo como los primeros pobladores de La Iberia o como los nahuas, Olmecas o Mayas. Como puede verse Méjico es contradictorio.
Méjico es un poco así.
   
   Otra de sus características es que cuando sucede algo poco agradable nadie es responsable. Cuando se mete mierda a la casa resulta que nadie la metió. Pero la mierda está ahí y, ¿te cuento un secreto? La mierda no se mueve de lugar sola. Lo que significa que alguien la metió y alguien debe sacarla; a menos, claro, que se deseé vivir entre caca.
Lo primero que se hace en estos casos en Méjico, es comenzar a buscar quién chingados metió la mierda[2], antes de sacarla. Lo que se debería hacer es sacar la mierda y luego averiguar quién la metió, con la intención, obviamente, de que no se vuelva a meter caca.

En Méjico es un poco así: nadie escribe, quizá sea porque nadie lee. Se aplica a la perfección la relación causa-efecto de la ley de la oferta y la demanda: ¿para qué ofertar si nadie demanda?
Y aunque haya demanda, ¿para qué escribir? …y sin embargo escriben; pero, quién escribe ¿para qué escribe?
Creo que el que escribe es el escritor, pero ese personaje ha de ser un mitómano conocido y reconocido por todos. Todos le saben mitómano, por lo que ya nada le creen; quizá muchos de sus conocidos hasta le eviten, por mentiroso. ‘Ora que si tiene menos gente que ver, tendrá más tiempo para escribir. Pero ¿pa’qué querer estar solo? Qué no el ser humano por naturaleza prefiere la compañía a la soledad. Si la soledad es un precio que hay que pagar para escribir ¿no es un precio muy alto? O a lo mejor escribe acompañado, o sólo pero en multitud: se va a las bibliotecas con la compu portátil y entre un mar de extraños escribe: no está solo, na’más está entre muchos solitarios.
Pero ¿para qué escribe?
¿Y si su madre le daba más atención a sus hermanos que a él? ¿Una buena manera de regresar los ojos maternos a su persona sería la escritura? Pero a la atención materna se le obtiene haciendo cosas extravagantes, como andar a la bici sin manos.[3]  O golpeando al hermano(a). O haciendo berrinche. Es decir, hay que llamar la atención.
¿Pero escribir? Si todos saben escribir.
Por lo menos el pintar o el tocar un instrumento sí hace que te vean diferente, sí llama la atención, pero ¿escribir? (si nadie lee); en cambio todos, al menos una pedorra vez en su vida han mirado un cuadro y es rarísimo al que no le gusta la música.

La música es una abusiva. Existe quién no le gusta el teatro o la fotografía; un profesor de la Universidad odiaba el Cine. Las artes y las Bellas Artes pueden gustar o no gustar; pero con la música es diferente, es como, más universal. Casi a todo el mundo le gusta la música, ya sea de un tipo o de otra, ya sea popular o académica, pero todos tenemos parte de nuestro corazoncito en la música.
Pero ¿escribir? ¿Eso como para qué? ¿Para leer? Pero si ya nadie lee. Para qué leer el libro si se puede mirar la película.

Al parecer el cine ha matado algunos lectores en potencia. Este asesinato radica en la creencia de que la expresión artística puede ser la misma aún en artes diferentes: se fotografían cuadros, pocos de nosotros hemos visto originales de van Gogh o el de La Gioconda[4], se fotografía arquitectura: hay revistas de arquitectura, se filman puestas en escena. El teatro se lee… aunque el libreto está hecho para montarse (en escena) no para disfrutarse en su lectura, y sin embargo se disfruta. Yo, en lo particular, no podría conocer la genialidad de Shakespeare o Calderón de la Barca[5] o Lope de Vega[6] sin las ediciones baratas (baratísimas) de la Porrúa. Creo que por aquí está el meollo. El teatro se puede presenciar (en el teatro) o se puede leer (en el libreto). Como que el teatro se apoya un poco en la literatura, y el cine se apoya en ambos. La fusión cinematográfica del teatro y la literatura es el guión. ¡Válgame la barbaridad que acabo de escribir! Pero, vienen más.
Quizá por medio del guión el cine pretende expresar lo mismo que puede expresar la literatura, por esto existen tantas películas basadas en libros. Por eso se ve más cine de lo que se leen libros.
Además leer aburre. Creo que leer tiene más contras que pros. Tal vez por esto escribir tiene menos pros que contras.
Y, sin embargo, se escribe.
En Méjico, aunque nadie lea, se escriben cuentos, novelas, monografías, ensayos (científicos, filosóficos y periodísticos), teatro: en Méjico hay dramaturgos; se escribe en periódicos y revistas, artículos, columnas y reportajes. En Méjico se hace literatura, pero, hay que decirlo, no se hace, sino que la hacen, y la hacen los literatos, los escritores. Pero, y estos, ¿por qué escriben? ¿Para qué? Los escritores han de ser de esos negados negadores de la realidad.
Tal vez hasta negar la realidad sea requisito indispensable para poder escribir, quizá por eso son tan imaginativos, no es que no tuvieran la atención materna, sino que, quizá, ni madre tuvieron, así que debieron inventarse imaginariamente una madre o una sustituta.
Tal vez saben que escribir no tenga sentido en un Méjico que nadie lee, pero aún así escriben, gracias (quizá) a esa capacidad de negar la realidad. Tal vez si no pudieran negarla no podrían escribir, no podrían escaparse del miserable Méjico, para poder ir al llano en llamas o al laberinto de la soledad; escribir es duro, no se sabe a dónde la primera frase nos llevará. El escritor se compromete palabra a palabra[7], a veces ya no le gusta a lo que las líneas le han llevado, y sin embargo, no sólo debe continuar, sino, además, terminar hasta el final. Escribir, de por sí, ya es difícil, sería imposible escribir si se piensa en que en Méjico nadie lee, en que nadie leerá su escribir, en que está perdiendo el tiempo, en que está escribiendo una carta para alguien que no existe, para alguien que no la leerá nunca.
Y, con todo, sigue escribiendo.
El que nadie lea es bazofia pura, es una putada, es mierda, es basura. Pero el escritor no se pregunta quién la metió, quién es responsable de la mierda en Méjico, aún no es tiempo de estas cuestiones. Lo primero que hace es preocuparse por sacar la mierda. Por eso hay tanta mierda, porque pocos se preocupan por sacarla, por eso hay pocos escritores, porque a nadie le gusta sacar mierda.
El escritor línea tras línea palea esa mierda pa’fuera a palabrazos, eso le preocupa al escribir en Méjico, quizá por eso sea una tarea muy difícil. Quizá por eso escribir apeste.


[1] 1810 es el año de independencia de Méjico, entonces Nueva España, de la Metrópoli. Dicho sea de paso, cien años después se realizó un movimiento armado que hoy se conoce como Revolución Mexicana. Debido a estas fechas, amigos activistas políticos sostienen que el país se mueve en ciclos, por lo que en el 2010, ‘algo’ deberá suceder.
Me sorprende que hablen —y crean— de estos ciclos siendo tan críticos como lo son, son escépticos, ateos —ni siquiera creen en los horóscopos—, y a la vez se inclinan por la numerología (1810-1910-2010).
Al parecer nada hay más humano que la necesidad de creer; la fe. O —como dice Alejandro Jodorowsky— nada es más humano que la contradicción.
[2] Eso en el mejor de los casos. El peor es querer ‘esconder’ la caca bajo la alfombra.
[3] ‘¡Mira mami, sin manos!’
[4] La Mona Lisa, La Monna Lisa o Madonna Elisa de Leonardo da Vinci.
[5] Su nombre me encanta: Pedro Calderón de la Barca y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño (16001681).
[6] Félix Lope de Vega y Carpio (15621635).
[7] Jean-Paul Charles Aymard Sartre (París, 21 de junio de 1905 – ídem, 15 de abril de 1980), en “¿Qué es la literatura?”

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