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Esto que están a punto de leer me ha dado mucha lata; cuando apareció la idea inmediatamente pensé en escribirlo; después, con más calma...

Disculpe las molestias, soy un pendejo. Disculpe las molestias, soy un pendejo.

Disculpe las molestias, soy un pendejo.

Disculpe las molestias, soy un pendejo.




Esto que están a punto de leer me ha dado mucha lata; cuando apareció la idea inmediatamente pensé en escribirlo; después, con más calma, decidí que era una mamada si lo escribía, así que decidí no escribirlo. Pero, me ha estado dando vueltas en la cabeza, se me ocurre cómo iniciarlo, qué meterle aquí y allá y hasta cómo terminarlo. A pesar de eso, seguí decidido a no escribirlo. Así era hasta ahora. Que ¿qué cambió? La idea, el contenido y el formato del escrito no han dejado de torturarme, espero que con escribirlo se termine el acoso: es mi exorcismo[1]; la otra cosa que sucedió fue que se me ocurrió el título. El título fue la última ocurrencia que cambió mi decisión.
 

Aunque no estoy muy seguro sobre él. El de “DisculpeLasMolestias;ÉsteEsUnPendejo” también me gusta, pero es un poco confuso el pronombre ‘éste’, sin importar que lo acentúe o no, la anfibología existe. Se puede entender que yo, el que escribe, ofrece disculpas por éstependejoquetengoaquíaladoquenosoyo… pero bueno. Uds. no deberían saber sobre las crisis que uno pasa para bautizar sus engendros.
En fin, el título intenta ofrecer disculpas por ser un pendejo, así que evitando cualquier cualquiera se queda “DisculpeLasMolestias,SoyUnPendejo”; así no hay duda que el pendejo es éste, el que escribe.
Y un pendejo es pues, un pendejo. Hay una definición que no es mía pero que me encanta: un pendejo es el que no sabe que no sabe.

Pues aquí estoy, escribiendo algo que dije no escribiría… hasta explicando lo del título… ¡chale! Esta es la prueba de que uno no elige qué escribir, pues uno no elige qué pensar.
Descartes escribió  pienso, luego soy”; el sujeto tácito de esa oración —que resulta ser el principio indudable que sostendrá toda su Filosofía y a la Modernidad misma— es un yo: yo pienso, luego yo… Esto es un timo; el yo no piensa. Creo que Nietzsche, a éste respecto corrige: ello piensa. Apenas podemos decidir qué y cuándo pensar, pero las ideas vienen cuando se les hincha la gana. Si esto es verdad, entonces el Copyright© no tiene fundamento; pues como las ideas no las piensa alguien, sino que se dejan pensar, entonces no tienen dueño. He aquí un argumento sólido pa’comprar piratería en cualquier formato.

Hasta aquí el blablableo; comenzaré con las disculpas.

Encajonado en el utilitarismo al que mi época me ha condenado —no es excusa—, siempre funcioné de un modo y sólo de uno frente a los problemas: veía un problema, buscaba una solución: problema-solución: problema→solución. En la prepa encontré una definición de problema, un problema es algo que tiene una o varias soluciones, esa definición me gustó mucho —hoy me sigue gustando— por dos implicaciones que tiene: todo problema tiene mínimo una solución y si no tiene solución no es problema.
Y así viví y morí, durante años, resolviendo o intentando resolver problemas; buscando soluciones. No actuaba de otro modo, veía un problema, buscaba una solución; ni siquiera lo pensaba, era automático. Hasta que un día[2] leí algo sobre budismo que decía que el yo existe en función del conflicto; que sin conflictos el yo deja de existir; que el yo crea problemas, pues sin ellos no existiría en tanto él mismo, por vía de la racionalidad, los resuelve o intenta hacerlo. El yo nos domina pues nos hace creer que es indispensable, nos hace creer que nosotros somos él mientras que, en realidad nuestro yo es sólo una parte de nosotros mismos, no el todo. Conclusión: yo no soy yo. O, para que no se les tambaleé su VisióndeMundo: yo soy mi yo y algo más.
Mi yo[3] tomó las riendas y cabalgó hasta que un amigo lo tiró del corcel. Fue un día en el que nos vimos en una peda. Yo andaba muy de buenas y dije una ocurrencia, un retruécano sobre lo que platicábamos; un chiste muy bueno, medio rebuscado y hasta con doble sentido; un chiste exquisito, diría yo; todos rieron, algunos hasta la lágrima, pero este amigo mío ni se inmutó, siguió con su bebida. Yo, con soberbia y para no quemarlo, me acerqué a él y le dije en corto un tanto preocupado: “¿Entendiste? ¿No le entendiste, vea?” El güey en cuestión me volteó a ver y me dijo: “El que le entienda a tu chiste no significa que me parezca gracioso”. En una frase me había dado la estructura de lo que después me permitió darme cuenta de lo pendejo que he sido, que es lo que me tiene aquí, escribiendo la disculpa que están leyendo.

Obviamente no lo supe entonces. En el momento de su comentario a mi superchiste, lo tomé muy bien, me hizo mucha gracia, reí y reí. Pero no supe las implicaciones que tendría esa experiencia.
Explico:
Antes pensaba así: Siempre que entiendes un chiste debes reírte y siempre que tienes un problema debes solucionarlo.
Ahora ya no sé qué pensar, pero como el escrito me exige —y quiero que me deje de chingar— debo escribir ahora que el pensamiento ha cambiado: no siempre que entiendes un chiste debes reírte y no siempre que tienes un problema debes solucionarlo.

Yo siempre funcioné de un modo del que no me había dado cuenta. Por eso he sido un pendejo y por eso ofrezco disculpas. Siempre creí que todo problema debía ser solucionado; mis amigos venían con sus quejas y yo les sugería que buscaran solucionar su situación. Personas más cercanas venían con sus quejas y yo hacía lo mismo; no me preocupaba que sólo buscaran desahogo; si podía se los daba, pero lo principal para mí era la solución. Tienes una piedra en el zapato, sácala; te pone el cuerno, haz algo; estas enferma, cuídate; tienes miedo a enfermarte, prevención es salud; crees que tienes cáncer, ve al oncólogo; y así un largo etcétera.

Disculpe las molestias, he sido un pendejo.

Pero seguramente lo seguiré siendo, pues como no todo problema debe solucionarse, entonces seguramente seguiré siendo un pendejo pendejazo.

La verdad, al inicio, cuando me di cuenta de lo que arriba expliqué, lo primero que hice fue preocuparme, pero luego algo me tranquilizó como Tafil bajado a caguamazos, y eso fue pensar lo siguiente:

El que me preocupe no significa que lo piense resolver.


@aleljndr
@MomentoSonoro


[1] Como citara el Serch ( @Serchdx ) : “…tráiganme a un cura viejo y a uno joven”
[2] Esta frase siempre se me hace cagada. Mucho.
[3] Que no es el mismo que el cartesiano. El yo budista es una unidad separada o escindida del todo al que pertenece, mientras que el yo cartesiano es cogitante, es decir, cien por cien racional.
Diferenciar el yo budista del cartesiano en dos líneas es irrisorio, pero esto es una nota al pie.
Y la anterior es la notal al pie de la nota al pie.

6 comentarios:

  1. Entre: dejar que las cosas fluyan y la indiferencia, hay una linea muy delgada. Sin duda tienes razon, no dire en que jajaja.

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  2. Indudablemente sigues creando fans monstruosos, de antemano, si alguien pudiera escoger una época en donde habitar o existir, pensando en la existencia como vital forma de supervivencia, te elegiría dentro de un grupo selecto (que al fin y al cabo quedaríamos conformados, como banda, como actualmente convivimos) y sería esa eso a donde el pensamiento se formaba, si allá con los mediterráneos, con esos festines y banquetes

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  3. Para concluir con los cebollazos lo único que agrego: wey! De los nuevos filósofos contemporáneos, simplemente eres el mejor amigo.

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  4. Señor pendejo usted no es un pendejo pero esta disculpado siga escribiendo
    cuentos así mas seguido

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  5. HAY una contradicción reflexiva, todos sabemos lo que es un pendejo es hacer pendejadas, pero la reflexión es que un pendejo está pidiendo disculpa, aunque esta puede ser subjetiva, pero sigue siendo un pendejo la contradicción jajaja..Conclusión de L.N : No le hagan caso a un pendejo por qué es y seguirá siendo un pendejo jajaja

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  6. Mi problema es vivir despreocupado antes los problemas. Tengo que resolver al menos ese problema en la medida de lo aceptable y lo balanceado.

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