Graznidos.
Un sonido raro para despertador, pero
efectivo.
Me quedé dormido en la carretera. Es
de las experiencias más recomendables
que haya vivido; es como las fiestas de la juventud donde bebes hasta perder el
sentido y al recobrarlo —al intentarlo— hay un breve momento de confusión, una
auténtica experiencia desencajada del tiempo y del espacio; es como si esas
constantes universales se reiniciaran después de un fallo en el sistema; lo
primero que nuestro Consejo Interno piensa sin siquiera verbalizar —no puede
aún— es ¿Dónde estoy? Ya después que nos cuentan la mitad de la fiesta en la
que estuvimos presentes otra será la preocupación —¿Qué hice?—.
Un poco así sucede al quedarse dormido
en el camino. Uno duerme en un sitio y el sedentarismo nos ha malacostumbrado a
despertar en el mismo. Despertar en un sitio diferente al que nos vio dormir:
algo a lo que no estamos habituados.
Bueno, pues éste sitio no era el
desierto en el que me dormí. Y en nada se parecían. Desperté en una maldita
selva. De hecho la selva me despertó. El insoportable calor y los graznidos.
Habíamos llegado al Molino y debíamos hacer una visita regresional al vientre
de la tierra, al útero materno; otra vez.
Todo pasó según lo ocurrido, sólo que
ésta vez, lejos del pueblo de los guerreros, el calor del abrazo de las
abuelitas fue más insoportable, quizá por lo mismo más liberador. Por lo menos
yo, ahí, la dejé ir. Ya en un libro de pensamiento oriental leí algo muy
absurdo; en esos libros todo es absurdo para la mentalidad occidental; era algo
así como que para adueñarse de lo único real, esto es, para darse cuenta de que
sólo podemos ser dueños de algo de lo que, además, ya somos dueños; habría que
dejarlo todo. Al ejercitar el desapego, al quedarse sin nada, aparecería a la
mente lo único que de verdad nos pertenece. Es el mismo método de lo que
nosotros llamamos meditación, sólo en el silencio la mente advierte el ruido.
Absurdo. Lo sé. Absurdo, pero liberador. Pues ¿qué tiene que no tenga sentido?
¿lo racional y lo coherente nos han ayudado en algo? Un sudamericano escribió
que todavía está por demostrarse si el universo pertenece al género de lo real
o de lo fantástico. Habría que corregirle: todavía está por verse que el
universo sea algo que nosotros podamos pensar, describir o entender ya sea como
fantasía o realidad.
Y al final, todo fue extrañísimo.
Comenzaron a cantar algo que yo conozco, pero al instante que lo reconocí,
cambió de idioma, sabía qué estaban diciendo, pero no en qué lengua; además no
reconocí ninguna voz de los presentes. Alguien más cantaba allí adentro, varios
más. No habían entrado con nos, pero allí estaban. Extrañamente no me devastó
el miedo, lo sentí, pero me tranquilizó en vez de alterarme.
Al salir, todos estábamos diferentes.
Alguien se sentía tan purificado que no quería que lo tocaran. Alguien más
estaba admirando luces alrededor de las luces, a pesar de la noche; luces que
nadie más veía. Otro se sintió liberado.
Yo sólo me sentí alguien más.
@aleljndr
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