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Bien entrada la noche terminaron de juntar la leña. La más anciana, solemne, se hallaba lista para todo. De maneras austeras pero presencia imponente y mirada profunda; sus manos arrugadas por la sabiduría empiezan a encender la pira. Esta vez comienza a hablar antes:
“No me lo creerán, pero ese es mi trabajo. Nosotros no moriremos nunca. Viviremos siempre porqué siempre moriremos. Viviremos en los hijos de nuestros hijos y ellos en los hijos de los suyos, y así del mismo modo que la vista se pierde en los cielos nosotros nos perderemos en nosotros. Nuestra vida durará horizontes. El final ya lo conocen, pero no saben cómo llegaremos ahí. En algún punto del camino no necesitaremos leña ni pedernal para tener fuego, pero lo tendremos. No deberemos esperar a que llueva para que llueva, la tendremos cuando queramos; decidiremos, en cualquier momento, donde habrá de estar mojado, dónde húmedo y dónde seco. Desaguaremos ríos y lagos, inundaremos valles, juntaremos mares.  No ocuparemos más del sol para tener luz, ni para tener calor; incluso de noche los tendremos. No ocuparemos del trabajo para comer, comeremos, sí, pero sin trabajar; y para comer no dependeremos de plantas ni animales. Enseñaremos a la tierra, al aire y a los mares a que nos den lo que queramos. Incluso nuestra voluntad casi decidirá sobre la vida y la muerte. No caminaremos, haremos pequeña la tierra bajo nuestros pies, estaremos más cerca de los lejanos sin que ellos ni nosotros nos movamos nada. Haremos del tiempo algo nuestro: el día durará más, el día durará menos, según nuestro deseo y necesidad. También será así con la noche. Incluso no necesitarán de mí. Cualquiera podrá recordar lo pasado sin necesidad de haberlo vivido. En algún punto del camino no habrá secretos para nadie, no habrá mentiras, ni odios, ni olvidos. No necesitaremos de nuestros cuerpos para andar sobre la tierra pues, nos estorbarían. En algún momento de nuestro camino olvidaremos quienes somos, creeremos que sólo somos lo que deseamos y como deseos viviremos, sobreviviremos, moriremos. Solos. Sin dejar de ser lo que somos y al mismo tiempo ignorándolo.
Crearemos muchos dioses pero no necesitaremos de ninguno. Tardaremos en darnos cuenta de eso. Los crearemos sólo para, después, dominarlos. Los dominaremos. Los dominaremos a todos y crearemos más y también los dominaremos; luego los olvidaremos y crearemos otros. Tendremos miedo de estar solos. Seremos señores de todo, excepto de nosotros mismos.”

Para entonces las llamas de la pira eran del doble de su altura. Todos rodeaban la fogata, serios, afectados por lo que acababan de oír. La anciana los miró, pero nadie la miró a ella. Levantando los brazos al cielo les dice:
“Pero no estén tristes. Esos días de los que les hablo no son nuestros. Nosotros no los veremos. No les he dicho sobre el final, les hablé sobre el camino. No lloren al mundo que aún vive. Para poder comer la comida de mañana primero tiene que terminar el día de hoy, pasar la noche y, al fin, llegar al día siguiente; y tener hambre para conseguir comida para comer mañana. No se confundan, no les hablo de lo que ha de ser, les digo de lo de hay.






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