Responsive Advertisement

Aún seguía vivo. Difícil creerlo después de tantos disparos… bueno, no sé si vivía. Se movía, que es cosa distinta. En muy poco t...

z z

z

z





Aún seguía vivo. Difícil creerlo después de tantos disparos… bueno, no sé si vivía. Se movía, que es cosa distinta. En muy poco tiempo cambió mi modo de ver y pensar el mundo, quizá porque el mismo mundo había cambiado, la destrucción es un proceso de cambio y nuestro mundo se hallaba en ello.
Al acercarse a mí, ya se le veían heridas de bala en el cuerpo. Dos al menos. Cuando intenta atacarme le disparo tres veces, fallo uno pero los otros dos fueron a su rostro putrefacto, hambriento. Siguió moviéndose. Nosotros también; no podíamos, no debíamos quedarnos ahí. Jamás había disparado, me sorprendió la facilidad con que aprendí. A las 12 horas después de caídas las comunicaciones ya me había hecho con un par de armas de fuego —tuve suerte—; a las 36 horas, no sólo sabía usarlas, sino que enseñaba a otros a disparar sin matarse en el intento… la primera vez que disparé a uno de ellos fue a los 40 o 45 días… no fue sencillo… pero no fallé; y desde entonces, no he dejado de mejorar con cada tiro.

Así que decidimos movernos. Era algo parecido a un granero, casi un silo. Corrimos a través de una zona pantanosa, era de noche. No recuerdo el frío, lo supongo. Ni recuerdo mis botas mojadas o la ropa pesada por la lluvia. Puede deberse a la adrenalina, ante ciertas situaciones sólo se reacciona; ya luego nos sorprendemos de lo que somos capaces, pero es eso, no más: nos adecuamos a las circunstancias, nos ponemos a su altura. Por ejemplo, yo nunca antes había siquiera visto un arma, jamás; y esa noche puse tanto plomo entre temporal, frontal y parietal que me sentí en un western. Ya después, al buscar provisiones en una ciudad desértica, corregí la categoría cinematográfica.
¿A cuántos maté? Recuento a unos 23.
¿Que parezco muy tranquilo? Eso es ahora que estoy acostadito y tibio entre las sábanas de mi cama, eso es porque no estoy huyendo de la horda, luchando por mi vida.

Existe un viejo proverbio japonés: Cuando el agua sube, el barco también. Como todo refrán tiene variadas interpretaciones; yo entiendo que cuando las dificultades se multiplican, las facultades se agudizan. Sin duda, el ser humano prospera frente a la adversidad. Hay algo que lo mejora siempre: la zozobra, lo atroz.








@alekjndr
@MomentoSonoro

0 comentarios:

No le saque y opine.