§
Yonqui.
Cuando pasa mucho tiempo sin que vengas, te
extraño.
Cuando regresas, al saludarme me abrazas.
En el abrazo hay cierta intensidad que
fácilmente se puede confundir con fuerza: Un fuerte abrazo. No es eso. Es sólo
el corazón ampliando su pericardio por todas las venas, latido a latido, desde
las arterias, hasta los capilares, pasando por los pulmones…
Los
pulmones…
Tal vez por eso, también se ve afectada la
respiración. A mí me pasa. Cuando te abrazo siento algo que no sé dónde empieza
ni de dónde viene, pero lo noto. Mi respiración y ritmo cardíaco cambian.
Me gusta cuando nos abrazamos aunque, la
intensidad de la que te hablo, no dure más que un instante.
Cuando estamos acostados seguido te pido que
te acuestes en mí, que me uses como colchón. Recuéstate en mí.
Tu frente en mi boca, tus hombros empatados
con los míos. Yuxtaposición umbilical. Caderas emparejadas e incluso tus
piernas sobre las mías.
Tú inhalas, yo exhalo; exhalas, inhalo.
Acompasados, tranquilos. Piel sobre piel. Sintiendo el peso de tu cuerpo
encima. La gravedad haciendo que nuestros cuerpos se atraigan, más. La
sensación de ese peso se parece mucho a la intensidad del abrazo, pero ya no
tan breve y, además, por todo el cuerpo.
Hallado,
por accidente o a propósito, siempre hay algo que gusta y que se quiere
disfrutar por más tiempo; eso soy.
Preparando la carcajada.
Me dejaron saber, por el más discreto de los
medios posibles, que he preocupado a mis cercanos pues se me ha visto muy
serio, dubitativo, mirándome las puntas de los pies o caminando errabundo a
brazos cruzados.
Les dije, no se preocupen, recuérdenme
carcajeando, golpeándome las rodillas y jalando aire con los ojos en evidente
risa lacrimógena.
No hay motivo de apuro; cuando estoy muy
serio, muy sobrio, muy pesado, simplemente estoy planeando algo, confíen en mí,
porque estoy planeando algo que hará cagarme de la risa. Por eso la aparente
seriedad exterior, porque lo más importante para mí es buscar reír.
El
azar
El asunto con la Realidad es simple, sin
tanta filosofía ni complicación. Explicación a la mano de cualquiera de mis
contemporáneos: se trata de un cheque al portador sin fondos, recibido por
servicios prestados.
Sin tanta prueba psicológica, sin tanto quiz,
sin tanto test, todo se reduce a si juegas o no a la lotería.
Si
juegas es porque sabes, junto con Renato Leduc, que el trabajo nunca ha
enriquecido a nadie, o heredas del tío millonario o ganas la lotería. El
trabajador enriquece, no se enriquece, sólo trabaja para sobrevivir y mantener
sus energías laborales intactas para seguir trabajando (marxismo lumpen); el
salario es como la pila para el aparato electrónico o como la gasolina para el
automóvil: sólo un medio para seguir andando, y nada más.
Si no juegas a la lotería es porque sabes que
aunque la ganaras, el dinero es sólo un paliativo, una distracción que en el
fondo nada cambia, la miseria de la vida no se quita a dolarazos, sólo
consigues una mejor producción: todo se ve y se oye mejor. El dinero como la
remasterización de la vida, como el HD de la realidad.
Estadística
y parcialidad
Además, ¿para qué inventar algo que ya
existe? Él no vive con reglas, pero tiene algunas ideas muy claras. Por
ejemplo, cuando se trata del conocimiento siempre busca comportarse con
soberbia cuando aprende, como si lo pudiera entender todo, pero se maneja con
humildad cuando actúa, como si lo ignorara todo. Así se obliga vorazmente a
conocer, a ampliar sus herramientas para apreciar el panorama y cuando le toca
presentar explicaciones siempre usa lo aprendido dando crédito a las fuentes,
en el caso de máximas o apotegmas propias, prefiere citar a algún amigo como
autor; técnica que le evita superfluos admiradores.
Cierto es aquello que escribieron por ahí: ¡Mierda!
Todo lo que pensamos previamente lo hemos leído. Otra
idea clara.
Ahora,
no le crean mucho eh. Ya se le pasará. Recién va descubriendo la poesía y cree
que es la respuesta a todo; de la misma manera en su momento le pasó con Don
—como él insiste en nombrarlo siempre— Miguel de Unamuno, luego con la
epistemología de Castaneda; de la misma forma la novia y los amigos. Y él lo
sabe. Sabe que hay valles y hay crestas, acercamientos y desencuentros. Y lo
que diferencia un proceso natural de una tragedia sólo es cuestión de duración
o perspectiva, cosa burda. El comienzo del desencanto con la poesía lo vio muy
pronto y coincidió con la etapa de enamoramiento. En alguna parte dice Valéry que,
en los versos, todo lo que es necesario decir casi es imposible decirlo bien.
Hallar y perder es el orden de las cosas; traducción de un viejo
proverbio zen.
De
cómo se construyó ante sus ojos la teoría de los valles y las crestas.
En realidad él no la ha bautizado, pero, por
cuestiones de exposición, tuve que asignarle un nombre.
Un amigo durante muchos años muy cercano, le
contaba del infierno que le hizo pasar su entonces exnovia; así lo contaba: infierno,
además sin purgatorio ni cielo; por cuestiones de economía creativa la
llamaremos Beatriz. Beatriz lo maltrató, lo humilló y, acabada la humanidad en
el amigo que, por ahora obligadas razones de coherencia, deberé llamar Dante,
lo abandonó. Dante, amó a Beatriz, por ello sufrió su ausencia, hasta que
apareció su Virgilio y le explicó que las cosas no empeoran ni mejoran, sólo
cambian.
Dante al principio no aceptó la idea
virgiliana, pero todos los cercanos se dieron cuenta de la razón que tenía.
Valles,
crestas, nodos, ciclos, frecuencia, periodo y antinodos. ¿Me agarran la onda?
a.
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