Hoy nuestro documentarista soltó frente a mi carota
una pregunta que no pude contestarle: ¿Por qué brincas de la pintura a la
música; de lo visual a lo auditivo? ¿Qué relación hay entrambas?
Creo que la
respuesta es la estructura.
Un cuadro es
un proceso, un suceso. Solo ver un cuadro y esperar entenderlo es como
comprender una película viendo sólo la última escena o, estrictamente, es como
pretender entender una escena mirando sólo el último fotograma. La pintura
muestra pero no explica; por lo menos no al que no sabe contemplarla. La
estructura que soporta al cuadro todo hasta su versión final comienza en el
boceto, en el cine tal vez sea en el guion.
En la música
la estructura está en el ritmo o el ritmo es la estructura de la estructura.
Y el ritmo no
es sólo un fenómeno auditivo. Se halla en la música, sí, pero también en la
pintura, en la poesía y es esencial para que la comedia logre risas en el
público.
En lo visual
hay ritmo, en lo auditivo también.
Pero una
buena pregunta permite múltiples dudas:
¿Boceto es a
pintura lo que maqueta a música?
A la maqueta
en la música también se le llama demo, esa grabación hecha con poca calidad,
bajo presupuesto, casi cero producción, pero con la mejor de las intenciones.
Solo soy un mejor
ser humano.
Cuando me di
cuenta que no podía seguir cerca de mi novia de años, me deprimí y comencé un
juego que llamé “vamos a ser yo”; luego la relación terminó y supe entonces que
estaba roto. La amaba, incluso hoy la amo, pero no podía estar más con ella,
incluso hoy no podría.
La tipa me encantaba y me conocía muy bien. Siempre
que ella quería coger, cogíamos, sabía que nunca me le negaría, pero esa
facilidad se extendía también a cuando quería hacerme enojar. Una de las consecuencias
de “Vamos a ser yo” consistía en empezar a independizarme de ella. Lo primero
que hice fue terminar con la autoridad que tenía sobre mí atacando los dos
frentes en lo que era más débil, en el sexo y en sacarme de quicio (lujuria e
ira). Cuando decía o hacía por molestarme, sólo respiraba profundamente y
lograba estar calmado. Al principio fue difícil, pero inmediatamente ella
terminaba encabronándose al ver que no me molestaba lo más mínimo. Supongo que
verme en auténtica paciencia la desquiciaba aún más. Yo también conozco a la
hermosa mujer de la que sigo enamorado.
Por otra
parte, muy difícil para mí fue decirle que no a su amplio, hermoso y nalgueable
culo; sus tetas, tan hechas a mi mano y boca; y su boca, tan mía… Eso sí fue un
reto. Tardé en lograrlo, pero la primera vez que no cedí a su entrepierna
“vamos a ser yo” me hizo ver que si tenía los güevos de decirle no a ella,
ninguna otra mujer jamás podría domarme a vaginazos. Los mamazos y sentones
dependerían de mi voluntad y no como hasta entonces, que yo dependía de ellos.
Ésta recién
lograda independencia me había beneficiado en mantener una decisión que tomé
desde adolescente: no matrimonio, no hijos.
“Vamos a ser
yo” había dado dorados frutos y en breve tiempo. Por eso lo seguí jugando.
Lo siguiente
fue estar solo durante algún tiempo. “Vamos a ser yo” (V. A S. Y.) de nuevo me
ayudó. Primero vi claramente lo que me gustaba hacer y lo que no, luego lo que
me gustaba a mí y lo que no; después lo que debía y quería hacer y al final lo
que debía y quería ser.
¡Ay puto! Acabo de releer el último párrafo y me
parece soberbia mierda. Pero es verdad, tal vez sólo en la forma luzco como
carente de humildad, pero lo que dice no miente. Ahora y desde hace un tiempo
sé todo lo que ahí dice, no todo lo he hecho y lo que sí, no todo
lo he
logrado. Por ahí leí que el ser humano es un proyecto en proceso.
V. A S. Y.
también me ayudó a quererme como soy después de saber cómo soy. Esto fue de lo
más difícil de lograr. En realidad no he acabado, diario tengo que hallar la forma
de quererme como soy.
Un buen día
me descubrí saliendo con una joven mujer que, para nada, era mi tipo. No digo
que no fuera bella, pero no lo era para mí. Me porté muy bien con ella al
principio. Después me comenzó a hartar. Busqué estar más tiempo a solas. Ella
lo tomó muy mal. Nos separamos dos meses que disfruté mucho, al volver, de
nuevo, fui muy amable con ella, la cuidé, la atendí y consentí, hasta que, de
nuevo, volvió a hartarme. De un día para otro, dejó de verme, nada quería ya
conmigo. Ni siquiera me avisó cuando terminamos. Me tuve que enterar por
terceras personas que ella ya tenía (otro) novio a la semana de la última vez
que nos vimos.
Supongo que
olvidó avisarme que había terminado conmigo.
Dolió pero,
como todo, pasó.
Temporada de
estar solo, otra vez.
A los meses
comencé a salir con otras mujeres. Y las traté muy bien, pero al poco tiempo,
me hartaban.
VASY me ha
llevado a lugares difíciles, y cada vez es más duro jugarlo. La partida en la
que ahora ando es darme cuenta que cuando estoy solo soy mejor ser humano que
cuando estoy con alguien.
Cuando estoy con alguien me harto al poco, me da tedio
su compañía y empiezo a comportarme huraño, introvertido y, como se dice,
“sentimentalmente ausente”; y todo esto aunque la ame. Me hastía el bienestar,
me atosiga el equilibrio. Desespero por hallar soledad. Después de estar solo a
todos los veo con buena cara, siempre estoy de broma, disfruto la presencia de
las personas —casi de todas—, incluso añoro verlas, platicar, hacerles
preguntas, saber de ellas, escucharlas y, luego, cuando se van, disfruto,
también, con alegrías renovadas mi recuperada soledad; hago lo que quiero a la
hora que quiero para, después, al estar en compañía, de nuevo, disfrutarla y
gozarla.
Solo soy más
humano.
Puede parecer
dramático, pero es cierto. La verdad es que me duele admitirlo y —¡auch!— la
partida aún no termina. Pero solo soy mejor ser humano.
No estoy con nadie, a nadie acostumbro a estar
conmigo. Sólo yo me tengo que soportar, nadie más.
r. salazar
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