Cuando confió
en alguien soy completamente libre.
Lo peor de la
confianza es el temor a ser traicionado. Pero justo eso es confiar: no saber
que me traicionarán y aun así tomar el riesgo. Esto es problemático:
inseguridad del que confía. Pero la otra parte, el otro lado de la moneda es
que eso demuestra que soy completamente libre: porque si sé que en quien confió
no me traicionará entonces aún no hay libertad porque estaría predeterminado
causalmente por el conocimiento de que no me defraudará pero al ignorar si me
defraudará o no y aun así tomar la decisión de asumir el riesgo, la confianza
entonces se presenta como el caso más puro de libertad; pues no hay causalidad
que determine nada: confío no porque me conste que me defraudarán o porque me
conste que no me defraudarán, confió porque quiero hacerlo aún sin tener como
cierto lo que sucederá. ¿Un salto de fe?
Ahora, ¿en
qué se basa la confianza? En la esperanza, sin duda.
Los
inmortales.
Si es cosa de
sangre o herencia genética, tal vez yo sea inmortal, pues en la familia todos
se comportan como si lo fueran. Se dejan de hablar como si nunca pensaran en
morir, intercambian insultos tan lejos del perdón o la palabra de alivio, como
si fueran eternos.
Yo no puedo ser así. Lo intenté pero no. Claro que
grité insultos a padres y hermanos, pero en breve pensaba que alguno de ellos
podría morir y yo no quería que la última palabra que oyeran de mi fuera un
chingatumadre. Así que las veces que me iba a la cama en pleito con alguien, no
podía dormir de la preocupación y al día siguiente buscaba reconciliarme.
Luego,
simplemente, me di cuenta que ya no me enojaba discutir en casa, incluso dejé
de insultar, pues era obvio, sólo encabronado insultaba; ellos, los inmortales,
siguieron insultando, y todo me llevó a una posición masoquista en apariencia:
empecé a disfrutar de sus enojos e insultos pues, tampoco quería que si yo
moría antes que ellos, ellos se sintieran mal por haberme insultado; además de
que el tiempo es tiempo, ya sea que te estén gritando o acariciando; es lo que
es, es lo que me están dando en ese momento y hay que tomarlo porque nada es
para siempre. Tal vez soy adoptado.
Por la misma
razón nunca dejé de hablarle a nadie, pues como no sé cuándo ni quién morirá
primero (si ellos o yo), decidí que lo mejor era disfrutar el poco o mucho
tiempo que nos quedara juntos. Considero que nada, ofensa, grosería,
descortesía, vale la pena para dejarse de hablar.
Y ¿para qué
sacar a alguien de tu vida si invariablemente terminará por irse cuando muera o
cuando tú mueras?
¿Cuál es la
prisa?
Me parece
absurdo.
El tiempo es
infinito porque se compone de instantes consecutivos. El tiempo no existe, es
sólo para los inmortales; sólo existe el instante, ese es para mí.
Sinvergüenzas.
Y no leo
porque desconfío de los escritores. El primer personaje que crean es su propio
personaje de escritor; de los actores te lo esperas, pero de éstos… Son
hipócritas de fondo, son el antecedente histórico de las estrellas, esas
famosas personas que sólo muestran lo agradable al público, a la vez que
ocultan su sombra. Los escritores no sólo escriben, principalmente leen. Y
cuando lo hacen son como el metomentodo chismoso del barrio. Sólo se asoman a
los libros a ver qué ven que les sirva a su causa. Leen con escrutinio, no con
placer; cazan ideas como el chismoso chismes y como él, cuando nada hallan,
todo inventan; buscan, toman, se agencian, roban y expropian cualquier cantidad
de imágenes, frases, motes, expresiones… No leen, espían. Discúlpenme por
desconfiar del que es capaz de robar hasta la sintaxis ajena, y el estilo del
prójimo. Y a su descripción de ladrones hay que sumarles la ingratitud, pues
toman lo que quieren sin reconocerlo, pues, una vez robado, el bien es
apropiado y domado por ellos al nivel de que ni el dueño original lo podría
reconocer.
Además tiran
la piedra y esconden la mano, pues dicen cosas sin decirlas usando como medio a
sus personajes; cuando son genialidades, aceptan el crédito, pero cuando son
sarta de pendejadas o reprobables moralmente: “No, no, así es el personaje”
dicen y no asumen lo dicho a menos que les convenga.
Ladrones
sinvergüenzas y encima ingratos; simples cagatintas.
Inspiración,
homenaje, plagio: sinónimos.
¿Parece que
exagero? Para nada.
De hecho nada
nuevo: ¡exactamente!
La idea es
antiquísima: de la nada, nada.
Pero… Si los
escritores roban de otros escritores ¿los pintores roban de otros pintores?
¿Los fotógrafos de otros?
No lo creo,
el ladrón disciplinado se concentra en sólo robar, no importa qué ni de dónde.
Los artistas
roban de todas las artes y también roban de la naturaleza.
Y no, tampoco en esto exagero.
¿No
dicen los manuales de estética que el arte imita a la naturaleza?
¿El
Arte imita a la Naturaleza?
Creo
imaginar al primer artista (poeta, pintor, etc. En ese momento éstas categorías
no existen) terminando su primera obra, ¿de dónde surgió? ¿De la nada?
Si
el concepto central del Arte es la Belleza —entonces, su anticoncepto sería la
Ausencia de Belleza—, ¿el primer artista inventó la Belleza o la tomó de alguna
parte?
Respuesta:
con humildad no creo que la haya inventado. Y si la tomó de otro sitio no pudo
ser del trabajo de otro artista, pues no hay otros; él es el primero. Entonces
la “tomó” de la naturaleza.
Sospechas:
• ¿es
posible que haya existido un primer artista o el arte se trató de un fenómeno
social del cual nadie fue el primero en realizarlo?
•
¿“¿O inventó la Belleza o la copió?” es un falso dilema o no hay exclusión
entre ambas opciones o hay una tercera —o cuarta— opción?
r. salazar
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