Mientras leía
una novela apreció la idea de que justo esa página, le gustaría a mi ex… No sé
por qué si hacía años no sabía nada de ella, pero igual casi comienzo a
buscarla para preguntarle si ha leído ese libro, si le gusta tal parte. Pero me
detuve, releí esa parte del libro, la disfruté y decidí no escribir, no buscar,
ni llamar a mi ex. Por la simple razón de que ella ya no existe.
Cuando por
fin me convenció de que lo mejor —lo que sea que chingados signifique eso— para
los dos era no seguir juntos, en ese momento dejó de existir.
Todo lo que
desde entonces ha pasado por mí, lo que he pensado de ella, los recuerdos
juntos, los futuros utópicos —con la ex todos los futuros son utópicos—, los
diálogos y las discusiones imaginarias, las suposiciones y prescripciones sobre
sus gustos, decisiones y acciones. Todo, todo. Sólo ha sucedido en mí. Lo que
yo llamo mi ex es sólo un remanente de la ex real; lo que de ella es
mío, es, no más que un residuo tan fiel a ella como le es fiel el eco al sonido
que lo origina.
Lo que me entretiene de ésta idea es que si ella ya no
existe desde que rompimos, yo tampoco existo.
Yo, que sufrí
por ella al verla con otro, yo que la extrañé tanto, yo que escribo, yo no
existo...
Y es tan
tranquilizador.
Soy un niño
de 7.
“El que
madura se pudre” leí en una playera.
Una ex decía
“Crecer es obligatorio, madurar es optativo” yo entendí: La muerte es
obligatoria, pero hay opciones.
No me
recuerdo como un adolescente ansioso por tener 18. Siempre en casa me dejaron
claro que podía hacer de todo pero a su tiempo.
La vida es
tempo.
El ritmo es
la representación primera del tempo. Su materialización.
Aunque no lo
parezca siempre he vivido con tempo, pero no a tiempo.
Por ejemplo,
yo, más cerca de la cincuentena, sigo teniendo 7:
Cuando algo
no sale como quiero, me pongo de mal humor: berrinche. Como si el universo
existiera para complacerme. Y cuando me complace, soy un desagradecido.
Psicológicamente
tengo 7, vivo como si lo único que importara fuera mi tranquilidad, mi
equilibrio y bienestar: egoísmo infantil.
Yos y yoes.
Desde joven el espejo (el que no es de tinta) y los estereotipos de belleza masculina me dijeron que la felicidad no me la encaminaría una mujer, ni dos. Por eso considero la masturbación como acto de autosuficiencia que se extiende más allá de lo sexual; leer, ir al cine, escuchar música; hacer lo que te gusta, son ya actividades de autocomplacencia. Éste es uno de los problemas que veo en el país que me tocó nacer: todo se sexualiza. Supongo que igual que en el resto de los países católicos. Las palabras deseo, placer, masturbación, son considerados conceptos pélvicos, se reducen al ámbito de lo sexual. Es cierto, hay deseos sexuales pero también hay deseos que no lo son; de la misma manera no todo placer se reduce al coito.
No
me interesa psicoanalizar a toda una nación pero me interesa conocerme a mí, y
yo, pertenezco a una nación. Una nación de malcojidos.
Art.
31.
El
(inalienable) Derecho Humano a la Ignorancia.
Toda
persona, en todo momento, tiene el inalienable derecho a decidir qué quiere
saber y qué ignorar.
Empiezo,
por prejuicio, por el principio. El artículo 19 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos está incompleto, sólo habla del derecho a la libertad de
expresión, pero nada del derecho a la verdad (D. a la V.)
Se
habla del D. a la V. ya cuando se han violado los Derechos Humanos, pero no
antes… esto prueba su necesidad y es fácil garantizarlo, al menos fácil en
teoría, con el acceso amplio y plural a la información… en fin, estoy
convencido que el puto mundo nunca será como debe ser, pero eso no es pretexto
para no intentar cambiarlo.
Cambiar
el mundo no siempre significa mejorarlo.
Veo
que para mejorar siempre hay que cambiar.
Y cambiar no siempre significa mejorar.
Así
como debería existir un derecho a la verdad, se deduce, no un derecho a la
mentira, sino a la ocultación de la verdad: la ignorancia. Así pues, el
artículo 31 se trataría sólo de un corolario.
En
verdad os digo que hay gran cantidad de información que prefiero ignorar.
Las
razones de la ignorancia:
•
Humildad
• Salud
•
Tranquilidad
•
Felicidad
r. s.
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